Primera Lectura: II Samuel 7:1-5, 8-12, 14, 16
Promesa y pecado.
Promesa dinástica y oración de David (1 Cr 17; Sal 89; 132).
1Cuando David se estableció en su casa y el Señor le dio paz con sus enemigos de alrededor, 2dijo el rey al profeta Natán:
-Mira, yo estoy viviendo en una casa de cedro, mientras el arca de Dios vive en una tienda.
3Natán le respondió:
-Anda, haz lo que tienes pensado, que el Señor está contigo.
4Pero aquella noche recibió Natán esta palabra del Señor:
5-Ve a decir a mi siervo David: Así dice el Señor: "¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella?
8Pues bien, di esto a mi siervo David: Así dice el Señor de los ejércitos: "Yo te saqué de los apriscos, de andar tras la ovejas, para ser jefe de mi pueblo, Israel. 9Yo he estado contigo en todas tus empresas; he aniquilado a todos tus enemigos; te haré famoso como a los más famosos de la tierra; 10daré un puesto a mi pueblo, Israel: lo plantaré, para que viva en él sin sobresaltos, sin que vuelvan a humillarlo los malvados como antaño, 11cuando nombré jueces en mi pueblo, Israel; te daré paz con todos tus enemigos, y, además, el Señor te comunica que te dará una dinastía. 12Y cuando hayas llegado al término de tu vida y descanses con tus antepasados, estableceré después de ti a una descendencia tuya, nacida de tus entrañas, y consolidaré tu reino.
14Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo; si se tuerce, lo corregiré convaras y golpes, como suelen los hombres. 16Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre".
Explicación.
7. Lo culminante en la historia de David no son sus empresas, su valor militar o su clarividencia política; lo culminante es la promesa que Dios le hace. Este capítulo es el verdadero centro de la historia de David. Por encima de David como protagonista, se alza como verdadera protagonista la palabra de Dios, creadora de la historia. Natán es su profeta privilegiado.
7,1. Eclo 47,1.
7,3. 1 Sm 10,7.
7,8. Sal 78,70s.
7,9. Sal 18,41.
7,12. La fórmula resulta un poco ambigua, sobre todo por la inserción del v.13. Este verso se refiere directamente a Salomón, descendiente en sentido singular. En cambio, la promesa se refiere a la descendencia, como la promesa hecha a Abrahán (Gn 12,7; 15,18; 17,7-10), que se individualiza en 21,13.
7,14. Fórmula de adopción o de elección, que resuena en Sal 2 y 110.
7,16. Is 9,6; Lc 1,32s.
2La lealtad del Señor cantaré eternamente,
anunciaré de edad en edad tu fidelidad.
3Afirmo: Tu lealtad está construida en los cielos,
en ellos está firme tu fidelidad:
4-He sellado una alianza con mi elegido,
jurando a David mi siervo:
5«Te fundaré un linaje perpetuo
y te construiré un trono para todas las edades».
27EI me invocará: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca de salvación».
29Le guardaré lealtad eterna
y mi alianza con él será estable.
Explicación.
89,2-3 El orante enuncia su programa: un canto para la posteridad, perdurable como el tema que trata y como su garantía celeste.
89,4-5 Sin introducción suenan palabras de Dios. Toma la iniciativa, elige como vasallo a David, le otorga con juramento (2 Sm 3,9; Sal 110,4; 132,11) una alianza, para él y sus sucesores en el trono.
89,27-28 Como título supremo, el rey de Israel es llamado hijo de Dios y puede invocar personalmente al Señor como Padre: Sal 2,7; 2 Sm 7,14. Este salmo añade un matiz: "primogénito". Lo que es el pueblo hebreo entre otros pueblos (Ex 4,23), lo es su rey entre los reyes. No por precedencia cronológica, sino por elección y nombramiento divinos.
89,29-30 La lealtad del Señor desborda la vida de David, de cada monarca, asegura una descendencia y un trono. La afirmación va más allá de una mera continuidad y establece una medida cósmica para la fidelidad del Señor y la duración del trono; véanse Sal 45,7; Is 55,3.
Transposición cristiana.
Ya durante la economía antigua se leyó el salmo en clave mesiánica, y así lo han leído los cristianos. Parte del v. 21 se cita en Hch 13,22; 28b se cita en Ap 1,5. Más importantes son las relaciones temáticas: el título de Mesías, la unción, la relación Hijo / Padre, el título de primogénito (Rom 8,29; Col 1,15.18 Ap 1,5; Heb 1,6). Y para meditar el tema de la fidelidad, tenemos Rom 1,5.8; 2 Tim 2,11-13.
Evangelio: Lucas 1:67-79
67 Zacarías, su padre, se llenó del Espíritu Santo y profético:
68 - Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y liberado a su pueblo
69 suscitándonos una fuerza salvadora
en la casa de David, su servidor.
70 Así lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
71 que nos salvaría de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian,
72 mostrándose fiel a nuestros padres
y recordando su santa alianza:
73 la promesa que juró a nuestro padre Abrahán
de concedernos
74 que, libres de temor,
arrancados de la mano de nuestros enemigos,
le sirvamos
75 con santidad y rectitud
en su presencia, todos nuestros días.
76 Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos
77 dando a su pueblo una experiencia de salvación
mediante el perdón de sus pecados.
78 Por la entrañable misericordia de nuestro Dios
nos visitará un astro que nace de lo alto:
79 brillará ante los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte
y guiará nuestros pasos
por el camino de la paz.
Explicación.
Cambio de Zacarías: no se encuentra ya en el templo, sino en su casa; no actúa como sacerdote, sino como profeta (67). El cántico se desarrolla en orden inverso al de María: al principio, la promesa a Abrahán (73; cf. 1,55) y las predicaciones de los profetas (70). Salvación de Israel como un todo (68). Fuerza salvadora de la casa de David, el Mesías (1 Sm 2,10; Sal 132,17) (69). Salvación nacional: los que nos odian (71) = los pueblos paganos (Sal 106,10; 111,9, etc.). Efecto de la salvación: el culto verdadero (74); santidad y rectitud (75): Zacarías, sacerdote y observante de la Ley. Como el cántico de María, el horizonte queda limitado a Israel.
Juan, profeta y precursor (Is 40,3; Mal 3,1) (76). Salvación: borrar las injusticias pasadas (77); astro (78, cf. Nm 24,17); tinieblas, sombra (79), símbolos de la esclavitud y la opresión (Is 9,1s; 42,6s; Sal 107,10); luz: liberación (Is 49,6; 60,1). Camino hacia la paz entre Dios y los hombres y entre los hombres mismos (77). Zacarías espera que Israel sea liberado de los enemigos exteriores; ve al pueblo entero como pecador y espera su conversión, pero no considera la injusticia social que existe en su interior (cf. 1,51-53). Dos concepciones de la obra del Mesías: María, la liberación de los débiles; Zacarías, la del pueblo como tal.
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