Primera Lectura: 2 Corintios 1,18-22.
18Bien sabe Dios que cuando me dirijo a vosotros no hay un sí o un no ambiguo, 19pues el Hijo de Dios, Jesús el Mesías, que os hemos predicado nosotros -quiero decir Silvano y Timoteo conmigo-, no fue un ambiguo sí y no; en él ha habido únicamente un sí, 20es decir, en su persona se ha pronunciado el sí a todas las promesas de Dios. Y, por eso, a través de él respondemos nosotros a la doxología con el amén a Dios. 21Y el que nos mantiene firmes -a mí y a vosotros- en la adhesión al Mesías es Dios que nos ungió, 22él también nos marcó con su sello y nos dio dentro el Espíritu como garantía.
EXPLICACIÓN.
Ni ha renunciado sin motivo ni su hablar es ambiguo, como Jesús no fue una palabra ambigua de Dios, sino la realización, el sí a todas sus promesas. El amén o "sí" pronunciado por los cristianos reconoce la fidelidad divina. Silvano es el mismo "Silas" de Hch 15,22ss; 16,19.25; 18,5 (en Corinto) (17-20). Como la de Jesús, la conducta cristiana es puramente positiva, marcada como está por el Espíritu, que es amor. Nos ungió, nos marcó con su señal, dos metáforas para describir los efectos de la infusión del Espíritu; la unción asimila a Jesús, el Mesías/Ungido, y asocia a su misión: el señor marca como pertenencia suya e indica la separación del mundo injusto. Indican sin duda el momento del bautismo, que en la iglesia primitiva fue llamado "el sello" (21-22).
Salmo: 119,129-133.135.
Evangelio: Mateo 5,13-16.
13 Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se pone sosa, ¿con qué se salará? Ya no sirve más que para tirarla a la calle y que la pisotee la gente.
14 Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en lo alto de un monte;
15 ni se enciende una lámpara para ponerla en el candelero y que brille para todos los de la casa.
16 Empiece así a brillar vuestra luz ante los hombres; que vean el bien que hacéis y glorifiquen a vuestro Padre del cielo.
EXPLICACIÓN.
13 - 16. La sal, factor de incorruptibilidad, símbolo de la permanencia de la alianza (Lv 2,13; Nm 18,19; 2 Cr 13,5). La luz, la gloria o esplendor de Dios que había de brillar sobre Jerusalén (Is 60,1-3). Los discípulos son la nueva ciudad santa donde Dios habita (cf.. 27,53). La gloria se manifiesta en su modo de obrar (5,7-9), en el que los hombres reconocen a Dios como Padre.
18Bien sabe Dios que cuando me dirijo a vosotros no hay un sí o un no ambiguo, 19pues el Hijo de Dios, Jesús el Mesías, que os hemos predicado nosotros -quiero decir Silvano y Timoteo conmigo-, no fue un ambiguo sí y no; en él ha habido únicamente un sí, 20es decir, en su persona se ha pronunciado el sí a todas las promesas de Dios. Y, por eso, a través de él respondemos nosotros a la doxología con el amén a Dios. 21Y el que nos mantiene firmes -a mí y a vosotros- en la adhesión al Mesías es Dios que nos ungió, 22él también nos marcó con su sello y nos dio dentro el Espíritu como garantía.
EXPLICACIÓN.
Ni ha renunciado sin motivo ni su hablar es ambiguo, como Jesús no fue una palabra ambigua de Dios, sino la realización, el sí a todas sus promesas. El amén o "sí" pronunciado por los cristianos reconoce la fidelidad divina. Silvano es el mismo "Silas" de Hch 15,22ss; 16,19.25; 18,5 (en Corinto) (17-20). Como la de Jesús, la conducta cristiana es puramente positiva, marcada como está por el Espíritu, que es amor. Nos ungió, nos marcó con su señal, dos metáforas para describir los efectos de la infusión del Espíritu; la unción asimila a Jesús, el Mesías/Ungido, y asocia a su misión: el señor marca como pertenencia suya e indica la separación del mundo injusto. Indican sin duda el momento del bautismo, que en la iglesia primitiva fue llamado "el sello" (21-22).
Salmo: 119,129-133.135.
129Admirables son tus preceptos:
por eso los observa mi alma.
por eso los observa mi alma.
130La explicación de tu palabra ilumina,
instruye a los inexpertos.
instruye a los inexpertos.
131Abro bien la boca para respirar
con ansia de tus mandatos.
132Vuélvete a mí con piedad,
132Vuélvete a mí con piedad,
como sueles con los que aman tu nombre.
133Afirma mis pasos con tu promesa,
133Afirma mis pasos con tu promesa,
no me entregues en poder de maldad alguna.
135Muestra a tu siervo tu rostro radiante,
enséñame tus normas.
enséñame tus normas.
Explicación.
119,129-136 "Admirables" o maravillosos, desbordan la comprensión del hombre, pero puede ponerlos en práctica. La Ley ilumina (Sal 19,9.12) y también Dios cuando muestra "su rostro radiante". No llora sus pecados, sino los ajenos: ¿es un llanto penitencial vicario?, ¿llora por celo de la ley, de compasión por los desgraciados? Los preceptos son como un aire que se "aspira" ansiosamente.
Trasposición cristiana.
Muchos títulos, símbolos o privilegios atribuidos en el judaísmo a la tora son atribuidos en el NT a Jesucristo: luz, agua de la roca, camino, etc. Por tanto, donde leemos ley o mandato podemos pensar en Jesús como Mesías. Como los relatos del Pentateuco son también tora, así y mucho más lo es la vida de Cristo. La lectura se facilita usando la clave del "camino". Jesús se lo apropia como norma de conducta y vía de acceso al Padre, al cual añade los de verdad y vida, también presentes en el salmo. Con su conducta y enseñanza nos enseña "el camino auténtico de la vida".
Evangelio: Mateo 5,13-16.
13 Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se pone sosa, ¿con qué se salará? Ya no sirve más que para tirarla a la calle y que la pisotee la gente.
14 Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en lo alto de un monte;
15 ni se enciende una lámpara para ponerla en el candelero y que brille para todos los de la casa.
16 Empiece así a brillar vuestra luz ante los hombres; que vean el bien que hacéis y glorifiquen a vuestro Padre del cielo.
EXPLICACIÓN.
13 - 16. La sal, factor de incorruptibilidad, símbolo de la permanencia de la alianza (Lv 2,13; Nm 18,19; 2 Cr 13,5). La luz, la gloria o esplendor de Dios que había de brillar sobre Jerusalén (Is 60,1-3). Los discípulos son la nueva ciudad santa donde Dios habita (cf.. 27,53). La gloria se manifiesta en su modo de obrar (5,7-9), en el que los hombres reconocen a Dios como Padre.
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