Comienzo de la primera carta del apóstol san Juan (1,1-4):
1Lo que existía desde el principio,
lo que hemos oído,
Sal 96,1-2.5-6.11-12
1EI Señor reina, la tierra goza,
EVANGELIO. Juan (20,2-8):
2. Fue entonces corriendo a ver a Simón Pedro y también al otro discípulo, el predilecto de Jesús, y les dijo:
- Se han llevado al Señor del Sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto.
3. Salió entonces Pedro y también el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro.
4. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo se adelantó, corriendo más de prisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro.
5. Asomándose vio puestos los lienzos; sin embargo, no entró.
6. Llegó también Simón Pedro siguiéndolo, entró en el sepulcro y contempló los lienzos puestos,
7. y el sudario, que había cubierto su cabeza, no puesto con los lienzos, sino aparte, envolviendo determinado lugar.
8. Entonces, al fin, entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, vio y creyó.
Explicación.
Alarma de María (2). Avisa a los dos discípulos por separado; la muerte de Jesús ha provocado la dispersión (16,32). Conclusión de lo que ha visto: se han llevado al Señor. No entiende lo que era señal de vida (el sepulcro abierto); para ella, el Señor, muerto, está a merced de lo que quieran hacer con él. El plural no sabemos muestra a la comunidad desorientada.
Igual reacción de ambos discípulos, ir al sepulcro (3-4). Correr juntos, común adhesión a Jesús. Diferencia: el amigo de Jesús se adelanta a Pedro. Las dos veces que hasta ahora Pedro y el discípulo predilecto han aparecido juntos (13,23-25; 18,15ss) Jn ha dado la ventaja al segundo. Corre más de prisa el que ha sido testigo del fruto de la cruz (19,35). Pedro no concibe aún la muerte como muestra de amor y fuente de vida (12,24).
El discípulo ve puestos los lienzos (5), como sábanas en el lecho nupcial; ya no atan a Jesús (19,40). Distingue la señal de la vida, pero no la comprende. Deberían deducir que Jesús se ha marchado solo (cf. 11,44, de Lázaro: “Desatadlo y dejadlo que se marche”), pero no conciben que la vida pueda vencer a la muerte.
El discípulo no entra en el sepulcro, va a ceder el paso a Pedro. Después de las negociaciones de éste (18,15-17,25), es un gesto de aceptación y reconciliación. Pedro sigue al otro discípulo (6); el que es amigo de Jesús marca el camino. Ve también los lienzos puestos; descubre, además, el sudario, símbolo de muerte (11,44, de Lázaro), pero colocado aparte: envolviendo determinado lugar (7). La expresión es extraña, indicando un segundo sentido. “El lugar” denota en Jn el templo de Jerusalén (4,20; 5,13; 11,48) o, por contraste, el lugar donde se encuentra Jesús, nuevo santuario (6,10.23; 10,40, etc.). Aquí este “lugar”, separado del que es propio de Jesús, designa el templo. Al matar a Jesús han intentado suprimir la presencia de Dios; con ello han condenado su propio templo a la destrucción (cf. 2,19). La muerte, vencida por Jesús, amenaza sin remedio a la institución que lo condenó. No hay reacción de Pedro ante los signos.
Insiste Jn en la deferencia del otro discípulo (8: el que había llegado antes), que muestra una actitud de amor como la de Jesús. Al ver las señales, comprende: la muerte no ha interrumpido la vida, simbolizada por el lecho nupcial preparado. Ahora cree y ve así la gloria/amor de Dios (11,40), que da vida definitiva. Nuevo contraste entre los dos discípulos; sólo cree el segundo.
1Lo que existía desde el principio,
lo que hemos oído,
lo que han visto
nuestros ojos,
lo que contemplamos y
palparon nuestras manos
acerca de la Palabra, que es la vida,
acerca de la Palabra, que es la vida,
2_porque la vida se
ha manifestado,
la hemos visto, damos testimonio
y os anunciamos la vida definitiva,
la que se dirigía al Padre
la hemos visto, damos testimonio
y os anunciamos la vida definitiva,
la que se dirigía al Padre
y se ha manifestado
a nosotros-
3eso que hemos visto
y oído
os lo anunciamos
también a vosotros
para que vosotros lo
compartáis con nosotros;
y nuestro compartir
y nuestro compartir
lo es con el Padre y
con su Hijo, Jesús Mesías.
4Os escribimos esto
para que nuestra
alegría llegue a su colmo.
EXPLICACIÓN.
1-4. Comienzo
insólito. No se menciona al remitente ni a los destinatarios; tampoco habrá una
despedida (cf. 5,21). Este documento no es una carta en el sentido ordinario,
pero tampoco es un tratado; su tono es personal y concreto (cf. 2,1). El
escritor supone que sus lectores conocen el Evangelio de Juan o, al menos,
están familiarizados con el modo de hablar de las comunidades joaneas. Los
términos «la Palabra», «luz», «amor», «vida» no adquieren su pleno sentido si
no se conoce el uso que hace de ellos el cuarto Evangelio.
Es notable que el
autor utilice en su exposición el género neutro (1: Lo que existía; 3: eso
que hemos visto). Esto puede indicar que la vida de que trata no es
solamente la que se manifestó en la persona de Jesús, sino también, de modo más
general, la que, por su obra, existe y se manifiesta en las comunidades
cristianas.
De este modo, el
proyecto divino primordial (desde el principio) sobre el hombre se ha
hecho perceptible, realizado en Jesús (]n 1,1.2.14) y, en diferente medida, en
los suyos; el autor, como miembro de un grupo (nosotros), ha tenido
experiencia directa y sensible de su realidad (nuestros ojos, nuestras
manos); lo que contemplamos (cf. Jn 1,14) denota una visión que percibe el
significado de lo que ve; palparon, cf. Lc 24,39. Esa Palabra, que
formula el proyecto y se convierte en mensa contiene la vida (1).
Inciso que justifica
la posibilidad de la experiencia anterior y explica la calidad de la Palabra/vida
(2). Ésta se ha manifestado y es objeto del anuncio del autor, que
reafirma su experiencia directa de ella (la vemos visto); es vida de tal
calidad y plenitud que es capaz de superar la muerte física (la vida definitiva).
Esa vida, en cuanto palabra/proyecto se dirigía al Padre, fuente de
la vida; en cuanto presente en Jesús y en los suyos, se ha manifestado.
Terminado el inciso,
enlaza con v. 1. Eso que hemos visto y oído (3), resumen que insiste en
el testimonio personal que funda el anuncio cuyo propósito es que el autor y sus
destinatarios compartan esa vida el término gr. koinônia significa un compartir activo, por parte tanto del
receptor como del dador. No sólo eso, esa vida se comparte con Dios Padre y con
Jesús; «la vida definitiva» es la vida divina, el Espíritu de Dios. Padre, denominación
de Dios propia de los que tienen la experiencia de ser «hijos»; su Hijo, igualdad
con el Padre (Jn 1,14); Jesús, realidad histórica; Mesías, ungido
con el Espíritu y encargado de una misión salvadora.
La carta pretende asegurar
esa comunidad de vida, que colmará la alegría del autor (nuestra, l.v. más
probable que «vuestra-) (4); se adivina que éste siente cierta preocupación y
quiere asegurar la unión de este grupo con él, estimando ser ésta la única
manera de que la tenga con Dios y con Jesús; se perfila la presencia de otros que
ofrecen la unión con Dios sobre supuestos diferentes de los del autor (cf. 2,18-28).
Sal 96,1-2.5-6.11-12
1EI Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
2Nubes y nubarrones lo rodean,
Justicia y Derecho sostienen su trono. 2Nubes y nubarrones lo rodean,
5Los montes se derriten como cera ante el Señor,
ante el Dueño de toda la tierra.
ante el Dueño de toda la tierra.
6Los cielos proclaman su justicia
y todos los pueblos contemplan su gloria.
11 Amanece la luz para el honrado
y la alegría para los rectos de corazón.
12Festejad, justos, al Señor,
12Festejad, justos, al Señor,
dad gracias a su nombre santo.
Explicación.
97,1 "Islas"o costas: el mundo occidental mediterráneo; tema favorito de Isaías 11: 41, 1.5; 42,4.10.12; 49,1; 51,5.
97,2 Los
"nubarrones" pueden ser parte del aparato teofánico: Dt 4,11; JI 2,2;
Sof 1,15. El Señor se muestra ... encubierto. Para el estrado o
basamento del trono: Prov 16, 12; 20,28; 25,5.
97,5 "Como cera" Sal 68,3; Miq 1,4; quizá imagine los ríos de lava de un volcán.
97,6 Los cielos hacen de testigos notariales: Sal 50,6. La "gloria" de la teofanía: compárese con Is 35,2; 40,5.
97,11 "Amanece" corrigiendo una consonante, como Sal 112,4.
Trasposición cristiana.
Heb 1,6 aplica a
Cristo el v. 7 según la versión griega. Mt 25, 31-46 dramatiza en
escena un juicio final. Lc 21,28 da a entender que para los elegidos
será un momento de dicha. 2. Fue entonces corriendo a ver a Simón Pedro y también al otro discípulo, el predilecto de Jesús, y les dijo:
- Se han llevado al Señor del Sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto.
3. Salió entonces Pedro y también el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro.
4. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo se adelantó, corriendo más de prisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro.
5. Asomándose vio puestos los lienzos; sin embargo, no entró.
6. Llegó también Simón Pedro siguiéndolo, entró en el sepulcro y contempló los lienzos puestos,
7. y el sudario, que había cubierto su cabeza, no puesto con los lienzos, sino aparte, envolviendo determinado lugar.
8. Entonces, al fin, entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, vio y creyó.
Explicación.
Alarma de María (2). Avisa a los dos discípulos por separado; la muerte de Jesús ha provocado la dispersión (16,32). Conclusión de lo que ha visto: se han llevado al Señor. No entiende lo que era señal de vida (el sepulcro abierto); para ella, el Señor, muerto, está a merced de lo que quieran hacer con él. El plural no sabemos muestra a la comunidad desorientada.
Igual reacción de ambos discípulos, ir al sepulcro (3-4). Correr juntos, común adhesión a Jesús. Diferencia: el amigo de Jesús se adelanta a Pedro. Las dos veces que hasta ahora Pedro y el discípulo predilecto han aparecido juntos (13,23-25; 18,15ss) Jn ha dado la ventaja al segundo. Corre más de prisa el que ha sido testigo del fruto de la cruz (19,35). Pedro no concibe aún la muerte como muestra de amor y fuente de vida (12,24).
El discípulo ve puestos los lienzos (5), como sábanas en el lecho nupcial; ya no atan a Jesús (19,40). Distingue la señal de la vida, pero no la comprende. Deberían deducir que Jesús se ha marchado solo (cf. 11,44, de Lázaro: “Desatadlo y dejadlo que se marche”), pero no conciben que la vida pueda vencer a la muerte.
El discípulo no entra en el sepulcro, va a ceder el paso a Pedro. Después de las negociaciones de éste (18,15-17,25), es un gesto de aceptación y reconciliación. Pedro sigue al otro discípulo (6); el que es amigo de Jesús marca el camino. Ve también los lienzos puestos; descubre, además, el sudario, símbolo de muerte (11,44, de Lázaro), pero colocado aparte: envolviendo determinado lugar (7). La expresión es extraña, indicando un segundo sentido. “El lugar” denota en Jn el templo de Jerusalén (4,20; 5,13; 11,48) o, por contraste, el lugar donde se encuentra Jesús, nuevo santuario (6,10.23; 10,40, etc.). Aquí este “lugar”, separado del que es propio de Jesús, designa el templo. Al matar a Jesús han intentado suprimir la presencia de Dios; con ello han condenado su propio templo a la destrucción (cf. 2,19). La muerte, vencida por Jesús, amenaza sin remedio a la institución que lo condenó. No hay reacción de Pedro ante los signos.
Insiste Jn en la deferencia del otro discípulo (8: el que había llegado antes), que muestra una actitud de amor como la de Jesús. Al ver las señales, comprende: la muerte no ha interrumpido la vida, simbolizada por el lecho nupcial preparado. Ahora cree y ve así la gloria/amor de Dios (11,40), que da vida definitiva. Nuevo contraste entre los dos discípulos; sólo cree el segundo.
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