Primera Lectura: Esdras 1,1-6.
La vuelta del destierro.
11El año primero de Ciro, rey de Persia, el Señor, para cumplir lo que había anunciado por boca de Jeremías, movió a Ciro de Persia a promulgar de palabra y por escrito en todo su reino: 2<<Ciro, rey de Persia, decreta: El Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la tierra y me ha encargado construirle un templo en Jerusalén de Judá. 2Los que entre vosotros pertenezcan a ese pueblo, que su Dios los acompañe y suban a Jerusalén de Judá para reconstruir el templo del Señor, Dios de Israel, el Dios que habita en Jerusalén. 4Y a todos los supervivientes, dondequiera que residan, la gente del lugar les proporcionará plata, oro, hacienda y ganado, además de las ofrendas voluntarias para el templo del Dios de Jerusalén>>.
5Entonces, todos los que se sintieron movidos por Dios -cabezas de familia de Judá y Benjamín, sacerdotes y levitas- se pusieron en marcha y subieron a reedificar el templo de Jerusalén. 6Sus vecinos les proporcionaron de todo: plata, oro, hacienda, ganado y otros muchos regalos, además de las ofrendas voluntarias.
Explicación.
Comienza una nueva era. Los que separaron este libro de los capítulos precedentes, que conocemos con el nombre de Crónicas, sintieron que con esta página comenzaba una nueva era: a una nueva era nuevo libro. Pero ya el Cronista tenía conciencia de este nuevo comienzo y lo había subrayado con el procedimiento de la concentración y simplificación: el Cronista quiso describir un final, y lo concentró en Jerusalén, templo y muralla. De los habitantes, unos murieron y otros fueron deportados como esclavos. Es decir, en la tierra prometida no quedaba nada, ni templo, ni ciudad, ni habitantes. Quedaba un grupo humano, un resto, en Babilonia; y quedaba la fidelidad del Señor, soberano de la historia.
Precisamente ese interés de Dios en la historia de los hombres hace posible y real la nueva era. El Señor, que "incitó" a Nabucodonosor al castigo, "suscita" a Ciro para la restauración. Así se afirma el protagonismo de Dios: podrá la historia medirse por reinados humanos, su verdadero motor es Dios. Y su instrumento es el corazón del hombre: "El corazón del rey es una acequia a disposición de Dios: la dirige adonde quiere" (Prov 21,1).
No sólo dirige la historia, sino que la anuncia de antemano por medio de sus profetas. Jeremías está mencionado, porque con palabras y acciones profetizó el destierro y la vuelta. No menos se podría citar Isaías II el gran cantor de la vuelta, que nos suministra las mejores claves teológicas para comprender los acontecimientos de la nueva época. El ha reconocido en la lejanía el destino de Ciro y lo ha saludado como liberador; ha usado un par de veces precisamente el verbo suscitar (Is 41,25; 45,13); ha repetido el principio de la absoluta soberanía del Señor, que anuncia y cumple sus designios (41,4; 41,21-27; 43,11-12; 44,25-26; 46,8-13; 48,3-8). A la luz de esta teología, la primera página de Esdras resulta nueva revelación histórica del Señor y ejemplo para futuras ocasiones.
Y ¿cuál es la novedad? En la historia universal, el advenimiento de un nuevo Imperio, que reemplaza a Asiria y Babilonia, aportando formas nuevas de vida internacional. Ciro es como un momento juvenil: no son las tradiciones rivales que se han repartido zonas de influencia y épocas de dominio, Asiria, Egipto y Babilonia; es un pueblo que hasta ahora no había desempeñado función rectora en la historia. Se podía mirar al persa sin las asociaciones angustiosas que suscitaban los tres nombres de Asiria, Babilonia y Egipto.
En la historia de Israel también comienza una nueva era. Ya el nombre lo dice: en adelante los israelitas serán los judíos, al rey sucederá el sacerdote; a los profetas, la escatología. En esta etapa se modelará la nueva comunidad del futuro.
También es novedad la relación entre Ciro y los judíos. El Señor no suscita jueces que liberen al pueblo oprimido por los extranjeros, no suscita un rey como Saúl o David para realizar la independencia y la expansión; suscita un monarca extranjero. Sometida a él, como provincia de un gran imperio, la comunidad judía se salvará de los enemigos vecinos y de tentaciones políticas internas. El Cronista, que tan alta idea tenía e inculcaba de David, ha de reconocer que la continuidad ha cambiado de signo: no que discuta el problema, pero tampoco disimula los hechos.
Promulgando "el año primero de su reinado" un edicto de tolerancia religiosa, el nuevo emperador define su política y pregona el advenimiento de una nueva era. El modo de promulgación por heraldos es obvio, la promulgación por escrito supone una cierta organización de los territorios sometidos. El reino de Ciro incluye desde el principio Media, Persia y lo que pertenecía al imperio babilonio; la proclamación de un edicto es un acto de soberanía que afirma el poder del nuevo rey en forma de concesión benévola. Nacía de una convicción y servía como medida política.
1,2 Aunque el decreto es histórico, el autor nos da aquí una versión libre en función programática; una versión más literal, no completa, se lee en 6,3-5. Ciro no profesaba la nueva doctrina religiosa de Zaratustra (Zoroastro), llamada más tarde Parsismo, cuya divinidad era Ahura Mazda (Ormuz). Con todo, el título "Dios del cielo" es suficientemente genérico para cuadrar con diversas divinidades. En un escrito de propaganda, Ciro se presenta como escogido por Marduk: "Marduk examinó todos los países en busca de un gobernante justo..., escogió nominalmente a Ciro y lo nombró señor de todo el mundo".
La reconstrucción de templos entraba en la política del soberano y de sus sucesores. El texto citado dice que Marduk escogió a Ciro "al ver en ruinas los santuarios de Sumer y Acad..." Sabemos que los mismo hicieron en Egipto. Era una manera de congraciarse con las poblaciones locales y especialmente de ganarse el apoyo de la casta sacerdotal, muy influyente de ordinario.
1,3 La repatriación era un modo de deshacer la política de los monarcas babilonios. Estos habían quebrantado el nacionalismo judío trasladando a los más influyentes como colonos y como esclavos. Ciro, permitiendo la vuelta de los exiliados, se congraciaba con ellos ( y quizá se aseguraba un apoyo en una zona crítica en la frontera de su Imperio con Egipto). El "Dios del cielo" recibe ahora su nombre específico "Yhwh Dios de Israel", y se profesa que reside en Jerusalén. Que el Dios del cielo resida en un santuario no contradice el modo de pensar de entonces.
Con todo, podría escucharse la voz del Cronista en estas expresiones; concretamente el "subir" al templo (Is 40,1-11; 52,7-12; 2 Cr 29,20; 34,30). Muy bien puede responder a su mentalidad la idea de que la repatriación está en función del templo. También para Isaías II la vuelta a la patria era como una procesión hacia el monte del templo. Si algo de estas ideas y de este lenguaje entró de hecho en el texto del decreto de Ciro, pudo deberse a la colaboración de judíos empleados en la cancillería imperial.
1,4 En este dato se repite la antigua idea del "despojo de los egipcios": Ex 11,2; 12,35-36. En el término "supervivientes" puede escucharse la teología del "resto": en la mentalidad del Cronista los supervivientes se identifican con los desterrados, según la doctrina de Jr 24.
1,5 La ejecución del decreto podría aparecer como sumisión a una orden imperial. El autor quiere subrayar otra vez el protagonismo de Dios: no vuelven todos, sino los que Dios "mueve". El segundo Éxodo es de cabo a rabo obra del Dios que mueve al rey extranjero y a algunos jefes de su pueblo. Históricamente fue así: en la primera expedición sólo volvieron unos escogidos. Los entusiastas de la patria, los contagiados con la esperanza que predicó Isaías II, los que esperaban ansiosos el permiso de volver. Otros muchos se quedaron; los que habían perdido definitivamente la esperanza, los que se habían mezclado y confundido con la población y la cultura de Babilonia, los resignados de poco aliento, los que habían hecho fortuna en el destierro y no querían sacrificarla. Hacía falta en aquel momento sentir la pobreza o tener desprendimiento para ponerse en marcha. No todos se "sintieron movidos por Dios". Así se cumplió que sólo los que esperaban hicieron realidad la esperanza.
El autor menciona aquí tres grupos de jefes. Se entiende que volvieron con sus familias, como puntualiza el capítulo siguiente. Judá y Benjamín representan las dos tribus finales; las otras diez eran del reino septentrional. Pero más abajo se hace alusión a las doce tribus, y los levitas son grupo aparte.
Salmo: 126,1-6.
1Cuando cambió el Señor la suerte de Sión,
creíamos soñar;
2se nos llenaba de risas la boca,
la lengua de júbilo.
Hasta los paganos comentaban:
«El Señor ha estado grande con ellos».
3-EI Señor ha estado grande con nosotros,
y celebramos fiesta.
4Cambia, Señor, nuestra suerte,
como los cauces del Negueb.
5Los que siembran con lágrimas
cosechan con júbilo.
6AI ir iba llorando
llevando la bolsa de semilla;
al volver vuelve cantando
llevando sus gavillas.
Explicación.
126 Género y situación. Acción de gracias por una restauración y petición para que se complete. En la mayoría de los textos en que aparece la fórmula "cambiar la suerte", se refiere a la vuelta del destierro de Babilonia: Dt 30,3; ocho veces en el bloque Jr 29,14-33,26. Parece bastante probable que el salmo expresa el gozo por la vuelta del destierro en la primera repatriación, o en tiempo de Nehemías.
El gozo y el sueño. Tan grande es el gozo, que les parece un sueño. ¿Es pesimismo?: en la vida las dichas son sueño. ¿Es cautela?: por si acaso, no entregarse al gozo.
¿Realistas o soñadores? El salmo confiesa entre líneas que los soñadores tenían razón: como Isaías Segundo, como cuantos preparan los grandes cambios de la suerte.
Dos imágenes. a) Una lluvia torrencial puede llenar los cauces de torrentes y fertilizar algunas zonas de páramos (Job 38,25-27). Del mismo modo se llenarán los cauces de Judá con las corrientes de nuevos repatriados. b) Había años en que los labradores tenían que quitarse el pan de la boca para reservar simiente. Sembrar, aparte la fatiga del trabajo, era pasar hambre; pero no era estéril. Así la marcha al destierro, vista desde el retorno, no aparece estéril: fue siembra costosa para una cosecha gozosa. La palabra hebrea significa semilla vegetal y estirpe humana: Is 65,9; Jr 31,27; Os 2,25.
126,1-2a Forma pareja con el 124 como faceta complementaria.
126,2b Los paganos han sido testigos de la acción del Señor a favor de su pueblo: Sal 98,2; Is 52,1.
126,5 Puede compararse con Is 9,2; Sal 4,8.
126,6 Léase Bar 5,5-6.9.
Transposición cristiana.
La resurrección de Cristo es el inaudito cambio de la suerte; tanto que los apóstoles, al ser testigos de ella, no acababan de creerlo. Su cuerpo muerto ha sido la semilla fecunda (Jn 12,24). Siembra y cosecha en Jn 4,36-38.
Evangelio: Lucas 8,16-18.
16 Nadie enciende una lámpara para taparla con una vasija o meterla debajo de la cama; la pone en un candelero para que los que entran vean la luz.
17 Porque no hay nada oculto que no se haga manifiesto, ni nada escondido que no llegue a saberse y no salga a la luz.
18 Y atención a cómo escucháis, porque al que produce se le dará, pero al que no produce le quitarán hasta lo que cree tener.
EXPLICACIÓN.
El mensaje en la futura misión (16s); producir (18), lit. "tener", resultativo de "recibir/ganar/producir", cf. 19,26; Mt 13,12; 25,29. El dicho se refiere a la fecundidad descrita en la parábola (8.15).
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