viernes, 25 de marzo de 2016

LECTURAS DEL VIERNES 25 DE MARZO DEL AÑO 2016.

PRIMERA LECTURA. Isaías 52,13--53,12.

Cuarto cántico: pasión y gloria del siervo (Is 42,1-9; 49,1-13; 50,4-9; Hch 8; Lam 3)

13Mirad, mi siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho.
14Como muchos se espantaron de él,
porque desfigurado no parecía hombre
ni tenía aspecto humano;
15así asombrará a muchos pueblos;
ante él los reyes cerrarán la boca,
al ver algo inenarrable
y contemplar algo inaudito.
53 1¿Quién creyó nuestro anuncio?
¿A quién mostró el Señor su brazo?
2Creció en su presencia como brote,
como raíz en el páramo:
no tenía presencia ni belleza
que atrajera nuestras miradas
ni aspecto que nos cautivase.
3Despreciado y evitado de la gente,
un hombre hecho a sufrir, curtido en el dolor;
al verlo se tapaban la cara;
despreciado, lo tuvimos por nada;
4a él, que soportó nuestros sufrimientos
y cargó con nuestros dolores,
lo tuvimos por un contagiado,
herido de Dios y afligido.
5Él, en cambio, fue traspasado
por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Sobre él descargó el castigo que nos sana
y con sus cicatrices nos hemos curado.
6Todos errábamos como ovejas,
cada uno por su lado,
y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.
7Maltratado, aguantaba, no abría la boca;
como cordero llevado al matadero,
como oveja muda ante el esquilador,
no abría la boca.
8Sin arresto, sin proceso, lo quitaron de en medio,       
¿quién meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
9Le dieron sepultura con los malvados
y una tumba con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.
10El Señor quería triturarlo con el sufrimiento:
si entrega su vida como expiación,
verá su descendencia, prolongará sus años
y por su medio triunfará el plan del Señor.
11Por los trabajos soportados
verá la luz, se saciará de saber;
mi siervo inocente rehabilitará a todos
porque cargó con sus crímenes.
12Por eso le asignaré
una porción entre los grandes
y repartirá botín con los poderosos:
porque desnudó el cuello para morir
y fue contado entre los pecadores.
él cargó con el pecado de todos
e intercedió por los pecadores.

Explicación.

52,12-53,12. Poema de un siervo paciente y glorificado. Un hablante principal, Dios, pronuncia introducción y epílogo, enmarcando el cuerpo, anticipando y confirmando el sentido de los hechos. El cuerpo es la narración que un grupo hace de la pasión, muerte y triunfo del personaje. El sentido es claro, la identificación enigmática: ¿quién narra?, ¿quién es el siervo? Respecto a "él" y a "nosotros" ¿dónde se coloca el lector?


Un inocente sufre (contra la doctrina de la retribución), mientras son respetados unos culpables (escándalo de algunos salmos); un humillado triunfa (hay otros casos), un muerto vive (¿ilusión poética?). El poema es así, y el lector puede limar la extrañeza calificando de hiperbólico lo extraño para hacer el mensaje razonable. Pero el texto protesta, proclamando que se trata de algo "inaudito, inenarrable".

Se ha buscado y propuesto varias identificaciones del personaje anónimo: Moisés, Josías, Jeconías, Jeremías, el yo de Lam 3. La tradición cristiana, desde Hch 8,34s, lo identifica con Jesucristo.

52,14-15. Humillación y glorificación están presentados indirectamente, por el efecto que producen en los espectadores. El sufrimiento desfigura al hombre, imagen de Dios (cfr. Job 2,12-13); también la exaltación provoca asombro (Sal 64,10s). El silencioi pesa en el poema.

53,1. Toma la palabra el "nosotros" coral. El "brazo del Señor" se revela en acción, pero no siempre es reconocido. Especialmente ahora, muchos se resisten a reconocerlo. Hay que creer para comprender.

53,2-11. Lo que anuncian no es una teoría ni una ideología, sino la biografía escueta de un personaje: nacimiento y crecimiento (2), sufrimiento y pasión (3.7), condena y ejecución (8), sepultura (9), glorificación (10-11). Quienes proclaman el mensaje expresan su participación profunda, su cambio de actitud, su conciencia lúcida del sentido de los hechos.

53,2-3. "Como brote": compárese con 11,1. Es una pura presencia, llamativa por su dolor y humillación. Hombre, pero desfigurado; en una sociedad, pero despreciado. Los demás interpretan su sufrimiento como castigo de Dios y temen contagiarse: Sal 31,11s; 38,8-9.12; Lam 3,1.14.

53.4-5. En salmos de súplica el orante puede confesar su pecado, p. ej. en 38,5.19; Lam 3,40-42; aquí los espectadores son quienes lo confiesan. El dolor demuestra un pecado, no de quien sufre, sino de los que lo contemplan. Sin ser pecador, él aceptaba la consecuencia del pecado,  sufriendo en silencio, abría los ojos a los pecadores. El dolor es suyo, el pecado es nuestro.

53,6. Imagen clásica del rebaño (Jr 23,1-3; Ez 34,4-6). Ha sido Dios quien ha realizado su designio: cfr. Lam 1,14.18; 2,1-9; 3,38; 4,16.

53,7. El silencio se aprecia como palabra elocuente; recuérdese la mudez de Ezequiel (3,26).

53,8. Por la condena, entra con fuerza el tema de la injusticia humana: véanse Sal 7, 7.9.12; 35,11.23.24. Pero el juicio de Dios es destino, no condena.

53,9. La sepultura sella una vida de dolores y desprecios. Termina en la fosa común de los ajusticiados (cfr. 14,19). Los narradores añaden, como una lápida, que era inocente en obras y p0alabras: ¿no es demasiado tarde? Él no protestó su inocencia (como p. ej. Sal 7,9; 17,1-5; Job 31).

53,10-11a. En salmos de acción de gracias, la liberación consistía en conservar la vida librando de la muerte. Aquí la liberación tiene que alcanzar más allá de la muerte. Sólo una liberación total librará de la destrucción total, y la muerte ya no será definitiva. Se ha cumplido el designio de Dios: véanse 42,41; 44,28; 46,10; 48,14.
"Expiación" es término típico del culto (Lv 4-5; 7; 14). Vida larga y descendencia pertenecen a las bendiciones clásicas (Dt 4,40; 5,33; 30,20; Sal 91,16). Tener éxito: Sal 1,3. El texto hebreo de 11a es dudoso: dice sólo "verá", el griego añade el complemento "luz"; para "ver + saciarse" cfr. Sal 17,15.

53,11b-12. Dios confirma el mensaje. Anula el juicio humano declarando inocente a su siervo. Más aún, su pasión inocente servirá para llevar a la justicia a los demás. Esos hombres rehabilitados, liberados de una condena merecida, serán el despojo o botín de la victoria. Su pasión y muerte ha sido "intercesión" aceptada, su silencio ha sido escuchado. El NT cita o alude a este texto, según la siguiente lista de versículos: 52,15: Rom 15, 21; 53,1: Rom 10,16; 4: Mt 8,17; Heb 2,10; 5: Rom 4,25; 1 Pe 2,24; 6: 2 Cor 5,21; 7: Mt 26,63; Hch 8,32; 8: Mt 27,26; Hch 8,33; 9: Mt 27,57; 1 Pe 2,22; 10: 1 Pe 2,1; 12: Lc 22,37.

SALMO. 31,2.6.12-13.15-17.25.

2 A ti me acojo, Señor:
no quede yo nunca defraudado;
por tu justicia ponme a salvo.

6 En tu mano encomendaba mi vida:
y me libraste, Señor, Dios fiel.

12 Soy la burla de todos mis rivales,
mis vecinos me hacen gestos,
soy el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí.
13 Me han olvidado como a un muerto,
me he vuelto un cacharro inútil.

15 Pero yo confío en ti, Señor,
digo: Tú eres mi Dios.
16 En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen.
17 Muestra a tu siervo tu rostro radiante,
sálvame por tu lealtad.

25 ¡Sed valientes y animosos
los que esperáis en el Señor!


Explicación.

31,2a. Se establece el tono de la súplica. "Me acojo": en vez de un espacio protegido militarmente o por la ley de asilo, está una persona como suprema garantía; una persona sentida como espacio acogedor y protector. "Defraudado"; es el fracaso de un cálculo o una esperanza. "Nunca": o por siempre; sería la vida malograda o la muerte. La "justicia" es sobre todo judicial.

31,6-9. Los verbos del orante. El hifil de pqd es confiar un depósito a un guardián (Lv 5,21.23). Implica que el guardián es fiel (6b) y que uno se fía de él (7b). El orante deposita, no una propiedad preciosa, sino el "aliento" o vida o espíritu (cfr. Nm 27,16). En fuerte contraste están (a la letra) "quienes guardan soplos vanos" (Jn 2,9). Con los verbos del Señor podemos componer una secuencia: libró - se fijó - se ocupó no entregó - estableció. Verbos ricos de paralelos. P. ej. "fijarse en la aflicción": Ex 3,7; 4,31; Dt 26,7; "entregar en poder" 1 Sm 23,11 "establecer", con resonancia de nombrar: Sal 18,34; 30,8. El "espacio" se opone a la estructura (de 8b y 10a). Llamar a los ídolos "soplos" se encuentra en Dt 32,21 y es corriente en Jr.

31, 12-14 Cinco versos dedicados a las relaciones con otros. Es un círculo de vecinos, conocidos o familiares, gente. Enumera insultos, comentarios, murmuraciones, desvío, abandono, olvido, hostilidad. El orante es objeto de burla, terror, olvido, agresión. La serie no es coherente o lógica. Si lo atacan, no lo han olvidado; si aman una conjuración, no lo consideran un "cacharro inútil". El texto puede escucharse como desahogo exagerado de sentimientos acumulados, de situaciones imaginarias. O lo ponemos a cuenta del autor, que describe con observaciones certeras.

31,12 La "burla" o injuria es un término frecuente en Jr. El "espanto", porque el enfermo se considera tocado, herido por Dios y capaz de contagiar su maldición: Job 19; Is 53,3.


31,15-19. La súplica se bifurca en el v.18. Tras la enumeración de desgracias sigue lógicamente la petición de auxilio. Y como las desgracias han sido infligidas en parte por otros, pide para sí protección, para los enemigos castigo. 15a es eco de 7b, 16a de 6a. El título "mi Dios" muestra que confianza y fe son equivalentes.

31,16 "Azares". La temporalidad, que se va gastando medida en años (11), ahora se mide en horas o instantes. Toda la vida, desmenuzada y cambiante, mantenida en su cambio y continuidad por Dios.

31,17 "Iluminar el rostro" es mostrarlo benévolo, como el sol un día sereno. La expresión es propia de la bendición (Nm 6,25) y de la súplica: Sal 67,2; 80,4.8.20. Si antes (2) invocaba la justicia, ahora invoca la "lealtad" o misericordia, su correlativa.


 TRANSPOSICIÓN CRISTIANA.

El salmo se ha hecho famoso porque el v.6 lo pone Lucas en boca de Cristo agonizante (23,46) y luego en boca de Esteban mártir (Hch 7,59). Dios recibe en depósito una vida, que no se perderá. En la misma línea se puede leer el v.16, y de ahí se extiende a la lectura cristológica y eclesiológica; sólo que corrigiendo el v.18, pues ni Jesús ni esteban piden la muerte de sus enemigos.


SEGUNDA LECTURA. Hebreos 4,14-16; 5,7-9.

14Teniendo, pues, un sumo sacerdote extraordinario que ha pasado a través de los cielos, Jesús el Hijo de Dios, mantegamos firmes la fe que profesamos. 15Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno probado en todo igual que nosotros, excluido del pecado. 16Acerquémonos, por tanto, confiadamente al tribunal de la gracia para alcanzar misericordia y obtener la gracia de un auxilio oportuno.
5 7Él, en los días de su vida mortal, ofreció oraciones y súplicas, a gritos y con lágrimas, al que podía salvarlo de la muerte; y Dios lo escuchó, pero después de aquella angustia, 8Hijo y todo como era. Sufriendo aprendió a obedecer 9y, así consumado, se convritió en causa de salvación definitiva para todos los que le obedecen a él,

EXPLICACIÓN.


Pasar a través del santuario y de la cortina hasta el lugar Santísimo una vez al año, el día de la Expiación, era la razón de ser del sumo sacerdote judío, Jesús, sumo sacerdote verdadero (cf. 3,1), ha pasado, no a través de un santuario terrestre, sino, por su muerte-resurrección, ha entrado en la esfera divina (a través de los cielos) hasta la presencia misma de Dios; así puede obtener la reconciliación definitiva. Éste es el gran estímulo para la fe (14).

Introducción: Jesús, sumo sacerdote, representante de los hombres ante Dios, se ha identificado con nosotros; todo temor está excluido, hay misericordia para el pasado y ayuda para el futuro (15-16).

También la experiencia de su debilidad llegó hasta el límite (7), pero, a través de ella, Dios lo transformó, lo realizó, lo consagró (9: consumado), no con ritos, sino con la aceptación de su dolorosa muerte, haciéndolo sacerdote que puede salvar para siempre a los que toman su vida como norma (8-10). Después de aquella angustia (7), gr. apo tês eulabeias: la preposición marca un intervalo temporal; eulabeia, puede significar "reverencia, temor, angustia". Parece haber una alusión a la escena de Getsemaní; la oración de Jesús no evitó su muerte, pero obtuvo respuesta en la resurrección. Aprendió a obedecer (8), de hecho, a expresar en un amor sin límite su igualdad con el Padre; paralelamente, los que le obedecen a él (9).

EVANGELIO. Juan 18,1--19,42.

TERCERA SECCIÓN.
ENTREGA, MUERTE Y SEPULTURA DE JESÚS.
LA MANIFESTACIÓN DE LA GLORIA.
(Jn 18,1-19,42)

Introducción: Entrega de Jesús y opción de Pedro.
Entrega de Jesús a la violencia del mundo.
(Jn 18,1-14)


18, 1. Dicho esto, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto; allí entró él y sus discípulos.
2. (También Judas, el que lo entregaba, conocía el lugar, porque muchas veces se había reunido allí Jesús con sus discípulos.)
3. Entonces Judas cogió el batallón y guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos y llegó allí con faroles, antorchas y armas.
4. Jesús, entonces, consciente de todo lo que se le venía encima, salió y les dijo:
-¿A quién buscáis?
5. Le contestaron:
- A Jesús el Nazareno.
Les dijo:
-Soy yo.
(También Judas, el que lo entregaba, estaba presente con ellos.)
6. Al decirles. “Soy yo”, se echaron atrás y cayeron a tierra.
7. Les preguntó de nuevo:
-¿A quién buscáis?
Ellos dijeron:
- A Jesús el Nazareno.
8. Replicó Jesús:
-Os he dicho que soy yo; pues si me buscáis a mí, dejad que se marchen éstos.
9. Así se cumplieron las palabras que había dicho: “De los que me entregaste, no he perdido a ninguno”.
10. Entonces, Simón Pedro, que llevaba un machete, lo sacó, agredió al siervo del sumo sacerdote y le cortó el lóbulo de la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco.
11. Jesús le dijo a Pedro:
- Mete el machete en su funda. El trago que me ha mandado beber el Padre, ¿voy a dejar de beberlo?
12. Entonces, el batallón, el comandante y los guardias de las autoridades judías prendieron a Jesús, lo ataron
13. y lo condujeron primero a presencia de Anás, porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote el año aquel.
14. Era Caifás el que había persuadido a los dirigentes judíos de que convenía que un solo hombre muriese por el pueblo.
 
Negaciones de Pedro y testimonio de Jesús.
(Jn 18,15-27)


15. Seguía a Jesús Simón Pedro y, además, otro discípulo. El discípulo aquél le era conocido al sumo sacerdote y entró junto a Jesús en el atrio del sumo sacerdote.
16. Pedro, en cambio, se quedó junto a la puerta, fuera.
Salió entonces el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote; se lo dijo a la portera y condujo a Pedro dentro.
17. Le dice entonces a Pedro la sirvienta que hacía de portera:
-¿Acaso eres también tú discípulo de ese hombre?
Dijo él:
-No lo soy.
18. Se habían quedado allí los siervos y los guardias, que, como hacía frío, tenían encendidas unas brasas, y se calentaban. (Estaba también Pedro con ellos, allí parado y calentándose.)
19. Entonces, el sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.
20. Jesús le contestó:
-Yo he venido hablando públicamente a todo el mundo; yo siempre he enseñado en reuniones y en el templo, donde todos los judíos acuden, y no he dicho nada a ocultas.
21. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregúntales a los que me estuvieron escuchando de qué les he hablado. Ahí los tienes, ésos saben lo que he dicho.
22. Apenas dijo esto, uno de los guardias presentes dio una bofetada a Jesús, diciendo:
-¿Así le contestas al sumo sacerdote?
23. Le replicó Jesús:
-Si he faltado en el hablar, declara en qué está la falta; pero, si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?
24. Entonces Anás lo mandó atado a Caifás, el sumo sacerdote.
25.Estaba, pues, Simón Pedro allí parado y calentándose. Le dijeron entonces:
-¿Acaso eres también tú discípulo suyo?
Él lo negó:
-No lo soy.
26. Le dijo uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente del otro a quien Pedro cortó la oreja:
-¿No te he visto yo en el huerto con él?
27. De nuevo negó Pedro, y en seguida cantó un gallo.


I. EL REY DE LOS JUDÍOS.
(18,28-19,22)

La entrega a Pilato: El malhechor.
(Jn 18, 28-32)


28. Condujeron entonces a Jesús de casa de Caifás a la residencia del gobernador. Era por la mañana temprano. Ellos, sin embargo, no entraron en la residencia del gobernador, para no contaminarse y poder celebrar la comida de Pascua.
29. Salió Pilato fuera, adonde estaban ellos, y les preguntó:
-¿Qué acusación presentáis contra este hombre?
30. Le contestaron:
-Si éste no fuese un malhechor, no te lo habríamos entregado.
31. Les dijo entonces Pilato:
- Lleváoslo vosotros y juzgadlo conforme a vuestra ley.
Le dijeron entonces las autoridades judías:
- A nosotros no nos está permitido matar a nadie.
32. Así tendría cumplimiento el dicho de Jesús, cuando indicaba con qué clase de muerte iba a morir.


La realeza de Jesús.
(Jn 18,33-38a)


33. Entró de nuevo Pilato en la residencia, llamó a Jesús y le dijo:
-¿Tú eres el rey de los judíos?
34. Contestó Jesús:
-¿Dices tú eso como cosa tuya o te lo han dicho otros de mí?
35. Replicó Pilato:
-¿Acaso soy yo judío? Tu propia nación y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
36. Contestó Jesús:
-La realeza mía no pertenece al orden este. Si mi realeza perteneciera al orden este, mis propios guardias habrían luchado para impedir que me entregaran a las autoridades judías. Ahora que mi realeza no es de aquí.
37. Le preguntó entonces Pilato:
-Luego ¿tú eres rey?
Contestó Jesús:
-Tú lo estás diciendo, yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio en favor de la verdad. Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz.
38a Le dice Pilato:
-¿Qué es eso de “verdad”?


La opción por la violencia: Barrabás.
(Jn 18, 38b-40)


38b. Dicho esto, salió de nuevo adonde estaban las autoridades judías y les dijo:
- Yo no encuentro ningún cargo contra él.
39. Pero tenéis por costumbre que os suelte a uno por Pascua, ¿queréis que os suelte al rey de los judíos?
40. Esta vez empezaron a dar gritos:
- A ése, no; a Barrabás.
Y Barrabás era un bandido.


La burla del rey.
(Jn 19,1-3)


19, 1. Entonces tomo Pilato a Jesús y lo mandó azotar.
2. A continuación, los soldados trenzaron una corona de espino y se la pusieron en la cabeza, lo vistieron con un manto color púrpura
3. y, acercándose a él, le decían:
-¡Salud, rey de los judíos!
y le daban bofetadas.


El Hombre-Hijo de Dios: La verdadera realeza.
(Jn 19,4-8)


4. Salió otra vez fuera Pilato y les dijo:
- Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún cargo contra él.
5. Salió entonces fuera Jesús, llevando la corona de espino y el manto de color púrpura. Y les dijo:
-Mirad al hombre.
6. Pero apenas lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, empezaron a dar gritos:
-¡Crucifícalo, crucifícalo!
Les contestó Pilato:
-Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro cargo contra él.
7. Le replicaron los dirigentes judíos:
-Nosotros tenemos una Ley, y, según esa Ley, debe morir, porque se ha hecho hijo de Dios.
8. Cuando Pilato oyó decir aquello, sintió más miedo.


Responsabilidad de Pilato y de los judíos.
(Jn 19,9-12)

9. Entró de nuevo en la residencia y preguntó a Jesús:
-¿De dónde procedes tú?
Pero Jesús no le dio respuesta.
10. Entonces le dijo Pilato:
-¿Te niegas a hablarme a mí? ¿No sabes que está en mi mano soltarte y está en mi mano crucificarte?
11. Le replicó Jesús:
-No estaría en tu mano hacer nada contra mí si Dios no te dejara. Por eso, el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.
12. Desde aquel momento Pilato trataba de soltarlo, pero los dirigentes judíos daban gritos diciendo:
-Si sueltas a ése, no eres amigo del Cesar. Todo el que se hace rey se declara contra el César.


La opción contra Dios: El César.
(Jn 19,13-16)


13. Al oír Pilato aquellas palabras, condujo fuera a Jesús. Se sentó en un escaño, en un lugar que llamaban “el Enlosado” (en la lengua del país, Gábbata).
14. Era preparación de la Pascua y alrededor de la hora sexta.
Dijo a los judíos:
-Mirad a vuestro rey.
15. Ellos entonces empezaron a dar gritos:
-¡Quítalo, quítalo de en medio! ¡Crucifícalo!
Pilato les dijo:
-¿A vuestro rey voy a crucificar?
Replicaron los sumo sacerdotes:
-No tenemos más rey que el César.
16a. Entonces, al fin, se lo entregó a ellos para que fuese crucificado.


El crucificado y sus compañeros.
(Jn 19,16b -18)


16b. Tomaron, pues, consigo a Jesús
17. y, cargando él mismo con la cruz, salió para el que llamaban “lugar de la Calavera” (que, en la lengua del país, se dice Gólgota);
18. allí lo crucificaron y, con él, a otros dos, a un lado y a otro; en medio, a Jesús.


El Mesías rey crucificado: La nueva Escritura.
(Jn 19,19-22)

19. Pilato escribió además un letrero y lo fijó en la cruz; estaba escrito: JESÚS EL NAZARENO, EL REY DE LOS JUDÍOS.
20. Este letrero lo leyeron muchos judíos, porque estaba cerca de la ciudad el lugar donde fue crucificado Jesús. Y estaba escrito en hebreo, latín y griego.
21. Dijeron entonces a Pilato los sumos sacerdotes de los judíos:
- No dejes escrito: “El rey de los judíos”, sino: “Éste dijo: Soy rey de los judíos”.
22. Replicó Pilato:
-Lo que he escrito, escrito lo dejo.


II. EL REINO DEL MESÍAS.
(19,23-27)

Reparto de la ropa de Jesús: La comunidad universal.
(Jn 19,23-24)

23. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su manto y lo hicieron cuatro partes, una parte para cada soldado; además, la túnica. La túnica no tenía costura, estaba tejida toda entera desde arriba.
24. Se dijeron unos a otros:
-No la dividamos, la sorteamos a ver a quién le toca.
Así se cumplió aquel pasaje: “Se repartieron mi manto y echaron a suerte mi ropa”. Fueron los soldados quienes hicieron esto.


La madre y el discípulo:
Israel integrado en la nueva comunidad.
(Jn 19,25-27)


25. Estaban presentes junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María la de Cleofás y María Magdalena.
26. Jesús entonces, viendo a la madre y, al lado de ella, a su discípulo predilecto, dijo a la madre:
-Mujer, mira a tu hijo.
27. Luego dijo al discípulo:
-Mira a tu madre.
Y desde aquella hora la acogió el discípulo en su casa.


EPISODIO CENTRAL: LA MUERTE DE JESÚS.
El amor leal: La creación terminada y la nueva alianza.
(Jn 19,28-30)


28. Después de esto, consciente Jesús de que ya todo iba quedando terminado dijo:
- Tengo sed (así se realizaría del todo aquel pasaje).
29. Estaba allí colocado un jarro lleno de vinagre. Sujetando a una caña de hisopo una esponja empapada con el vinagre, se la acercaron a la boca
30. y, cuando tomó el vinagre, dijo Jesús:
-Queda terminado.
Y, reclinando la cabeza, entregó el Espíritu.


IV. LA PREPARACIÓN DE LA PASCUA.
(Jn 19, 31-42)
La visión de la gloria.


31. Los dirigentes judíos, como era día de preparación – para que no se quedasen en la cruz los cuerpos durante el día de precepto, pues era solemne aquel día de precepto -, le rogaron a Pilato que les quebrasen las piernas y los quitasen.
32. Fueron, pues, los soldados, y les quebraron las piernas, primero a uno y luego al otro de los que estaban crucificados con él.
33. Pero, al llegar a Jesús, viendo que estaba ya muerto, no le quebraron las piernas;
34. sin embargo, uno de los soldados, con una lanza, le traspasó el costado, y salió inmediatamente sangre y agua.
35. El que lo ha visto personalmente deja testimonio – y este testimonio suyo es verdadero, y él sabe que dice la verdad – para que también vosotros creáis.
36. Pues estas cosas sucedieron para que se cumpliese aquel pasaje: “No se le romperá ni un hueso”;
37. y todavía otro pasaje dice: “Mirarán al que traspasarón”.


La sepultura en el huerto.
(Jn 19,38-41)

38. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero clandestino por miedo a los dirigentes judíos, rogó a Pilato que lo dejase quitar el cuerpo de Jesús; Pilato lo autorizó. Fue entonces y quitó su cuerpo.
39. Fue también Nicodemo, aquel que al principio había ido a verlo de noche, llevando unas cien libras de una mezcla de mirra y áloe.
40. Cogieron entonces el cuerpo de Jesús y lo ataron con lienzos junto con los aromas, como tienen costumbre los judíos de dar sepultura.
41. En el lugar donde lo crucificaron había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo donde todavía nadie había sido puesto.
42. Por ser día de preparación para los judíos, como el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

 
EXPLICACIÓN.

1-14. Dicho esto enlaza la Pasión con el discurso de la cena, en particular con la oración de Jesús (cap. 17). Primera mención de un huerto (1), lugar de vida y fecundidad: será también un huerto el lugar donde lo crucifiquen y lo sepulten (19,41s). La muerte va a situarse en el ámbito de la vida. Lugar habitual de reunión para Jesús y los suyos (2); la comunidad de Jesús se encuentra en la esfera de la vida.


Se hace resaltar el número de las fuerzas que intervienen en el prendimiento (3): peligro que representa Jesús para “el mundo”, intensidad de la violencia de éste y magnitud del odio (7,7; 15,18-25). Acuden todos los componentes de la oposición a Jesús. Judas hace de jefe, es figura “del jefe del orden este” (14,30), representa a los círculos de poder. Faroles y antorchas, caminan en la tiniebla; llevan armas, instrumentos de muerte. Se identifican tinieblas y muerte. Quieren extinguir la luz/vida (1,5).


Jesús sale (4); los que llegan no entran en el huerto, lugar de la vida. No se dirige a Judas, sino al grupo entero. El Nazareno/Nazoreo (5) señala al descendiente de David (alusión a Is 11,1; Jr 23,5; 33,15; Zac 3,8 y 6,12; “el Germen”). Soy yo, se identifica como Mesías (1,20; 6,20). Última mención del traidor; queda alineado con los enemigos de Jesús. Echarse atrás (6), lenguaje simbólico para significar derrota (Sal 27,2; 35,4; 56, 10; 70,13); caer a tierra, derrota total. La entrega de Jesús vence al mundo (14,30; 16,33). No intenta escapar (7). Pone a salvo a sus amigos, por quienes va a dar la vida (15,15) (8-9).


Pedro no ha comprendido la alternativa de Jesús ni su designio (1,42; 13,8) (10), que no consiste en triunfar dando muerte, sino en entregarse para comunicar vida. Está dispuesto a arriesgar la suya para mostrar su amor a Jesús (13,37), pero quiere impedir que Jesús le manifieste el suyo. No ha superado la tentación de hacerlo rey (6,15; 12,13) y no acepta su muerte (12,34). El siervo, determinado, representante calificado; le cortó el lóbulo, etc, figura para indicar la destitución del sumo sacerdote (cf. Éx 29,20; Lv 8,23), máxima autoridad religioso-política. Malco, en aram. “rey”, el poder político en manos de la jerarquía sacerdotal.

Jesús detiene a Pedro (11). La aceptación de la muerte entra en el designio del Padre: presentar, ante el odio y la violencia, la alternativa del amor. El Padre no ha destinado a Jesús a la muerte; su misión era dar testimonio de su amor a los hombres. Pero en el mundo de la tiniebla opresora la muerte violencia era inevitable y ella va a manifestar hasta el máximo la maldad del mundo y el amor de Dios. Jesús no busca el dolor, pero lo acepta cuando es consecuencia ineludible del testimonio del amor y la denuncia de la opresión. No responde al odio con el odio ni combate la violencia con la violencia, para no imitar, aun a costa de la vida, la maldad del sistema opresor. Muestra así que Dios es puro amor y ajeno a toda violencia.

Insiste Jn en la complicidad de todos los poderes, civiles y religiosos (12). En el momento decisivo, todos descubren su verdadero rostro; son los enemigos del hombre y de la vida. Lo ataron, cf. Is 3,9-10. Anás (13) había sido sumo sacerdote en los años 6-15, y sus cinco hijos lo fueron después de él. Conocido por su ambición, riqueza y codicia. Es el personaje más importante del tiempo, el verdadero poder, detrás de los que ejercen la función en cada momento (Caifás, el año aquel); representa “al Enemigo” (8,44), del que Caifás es instrumento. Quieren ejecutar el acuerdo el Consejo (11,53) (14).


15-27. Pedro no hace caso del aviso que le había dado Jesús (13,36); no está preparado para seguirlo. Otro discípulo, innominado, pero asociado a Pedro, como en 13,23; 20,2.4; 21,7.20-22; es el predilecto de Jesús, el modelo de discípulo. (15). Era conocido como discípulo por el sumo sacerdote, aludiendo al dicho de Jesús en 13,35: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos, etc.”. El que experimentaba el amor de Jesús (13,23: “el discípulo predilecto”) responde a ese amor aceptando el riesgo de seguir a Jesús hasta el fin (entró con Jesús).


Contraste con Pedro (16). El otro va a ofrecerle la oportunidad de declararse discípulo y seguir a Jesús en su entrega. Pedro no entra espontáneamente, se deja conducir (cf. 1,42). No lleva el distintivo del discípulo (13,35), hay que preguntarle si lo es (17), y tiene que definirse. Jesús ha defraudado su expectación mesiánica; ya no se siente vinculado a él. Al romper con Jesús, Pedro se encuentra mezclado con sus enemigos (18); no habiendo alcanzado la libertad, está entre los siervos; frío, símbolo de muerte.

Contraste con lo que ocurre en el patio. El sumo sacerdote (19), el poder supremo, quiere saber quiénes apoyan a Jesús, su influjo (sus discípulos) y qué doctrina propone. Jesús no responde a la pregunta sobre sus discípulos, no quiere comprometer a nadie; en cuanto a la doctrina, no tiene nada secreto que revelar (20); los mismos partidarios del sistema (los judíos) lo han escuchado. SI el sumo sacerdote busca información, puede obtenerla de primera mano. No admite la condición de súbdito; el jefe supremo le pide una información, y él se niega a darla; quieren tratarlo como a un reo, pero él no les reconoce autoridad. Su libertad lo sitúa por encima de todo poder.


La reacción del siervo (22) se debe a la supuesta ofensa a su señor; se identifica con él; carece de identidad propia, se define por su dependencia. Esperaba una obsequiosidad sin condiciones ante el jefe. Jesús no responde a la violencia con la violencia; le pide que analice sus palabras sin prejuicios (23); lo llama a la razón, haciéndole comprender su irracionalidad; lo invita a fijarse en la realidad de los hechos, fundamento del juicio personal y de la libertad. No hay respuesta de Anás, que no ha podido manipular a Jesús, el hombre libre (24).


Pedro no se ha movido del lugar donde estaba (25). Segunda negación, ahora pública. Mientras Jesús afrontaba la situación con pleno dominio de sí, Pedro está atenazado por el miedo, entre los enemigos de Jesús. Ante el recuerdo de su gesto en el huerto, (26-27), se acobarda aún más, no se atreve a enfrentarse con la autoridad. Aquel gesto significaba su ruptura con la institución; ahora no se atreve a mantenerla.


No se narra lo sucedido en casa de Caifás. Ahora quieren que la causa de Jesús pase a la jurisdicción del poder invasor y pagano (28). Comienza el día decisivo (19,14: centro del día, 19,42: su fin): es el “sexto día” (12,1), el de la creación del hombre. Los opresores del pueblo ponen cuidado en observar las prescripciones legales (no contaminarse).

Primer movimiento de Pilato (29); salir es ya una concesión: el poder romano se pliega en cierto modo al judío. Sabe muy bien quién es Jesús, puesto que el batallón ha participado en la captura (18,3); pide, sin embargo, una acusación formal.


Toman a mal que Pilato les exija una acusación definida (30). Debería fiarse de ellos; pretenden que ratifique su decisión (11,53). Malhechor: para la institución, dar fuerza y libertad al hombre es un crimen. Pilato no acepta la propuesta (31). Comienza el forcejeo entre los dos poderes. Al remitirlos a su Ley, Pilato, sin saberlo, los está acusando. Su Ley no permitía juzgar a un hombre sin primero escucharlo (7,51). La respuesta de los dirigentes pretende forzar a Pilato a intervenir. Doble sentido de la frase: a) no tienen la facultad de condenar a muerte (cf. 19,11); b) alusión al quinto mandamiento: “No matarás”; van a cometer un homicidio por mano ajena, bajo apariencias legales.


Se hace posible la predicción de Jesús, morir levantado en alto (2,14; 8,28; 12,32s) (32), muerte que será al mismo tiempo su exaltación. 


33-38a Pilato entra en su residencia, donde se encuentra al abrigo de la presión judía (33). Jesús ha sido detenido como “el Nazareno” (18,5.7), es decir, como el pretendiente al trono de David. Pilato quiere informarse de primera mano. El pagano no dice “el rey de Israel” (1,49; 12,13), sino el rey de los judíos, de la nación; implicación mesiánica (¿Tú eres?). Jesús quiere que Pilato razone su postura, que examine si está siendo manipulado y considere su responsabilidad como juez (34).

Pilato no quiere reconocer la presión de los judíos y niega que la cuestión le afecte personalmente (35). Rechaza toda responsabilidad; son otros los acusadores, los jefes religiosos y, detrás, el pueblo que no ha sabido optar por Jesús y en contra de sus autoridades opresoras (12,34). Los títulos de Jesús no interesan a Pilato, pero si su actividad (¿Qué has hecho?), que puede suponer una amenaza para el poder que representa.


Jesús no responde directamente a la segunda pregunta de Pilato, sino a la primera: “¿Tú eres el rey de los judíos?” (36). Afirma claramente su calidad de Rey, pero niega todo parecido con los reyes que Pilato conoce. Al descartar la realeza que se apoya en la fuerza queda patente que no pretende ocupar el trono y que no es un rival del emperador. Él practica el servicio a los hombres y rechaza el poder. Los reyes del mundo imponen su dominio. Para Jesús, la violencia pertenece a la esfera de la injusticia. Él se ha entregado voluntariamente y ha cortado en seco la violencia de Pedro (18,11). Ha probado no ser rey como los otros.

Extrañeza de Pilato (37) y nueva afirmación de Jesús. Explica su función como rey: no dominar, sino dar testimonio de la verdad; con estas palabras condensa el significado de su vida y actividad. Jesús comunica vida (Espíritu) y la experiencia de esa vida es la verdad sobre Dios/el Padre, que se manifiesta como amor sin límite, y sobre el hombre, llamado a ser hijo de Dios. Su muerte en cruz, máxima expresión de amor, resumirá y hará culminar todo su testimonio. Los que están a favor de la vida/verdad, de la plenitud humana, responden a su llamada. Pilato se desentiende (38a). Al constatar que Jesús no pretende el poder, no lo considera peligroso y no se preocupa más. Es hombre de poder, pertenece “al orden este”, no a la verdad, y no puede escuchar la voz de Jesús. No sabe lo que es la verdad porque no conoce la vida.


38b-40. Pilato sale sin esperar una respuesta (Dicho esto) (38b). Deja su terreno para encontrarse de nuevo con los que quieren la muerte de Jesús. Como juez, declara a Jesús inocente. Los dirigentes habían condenado a Jesús por considerar que su actividad podría ocasionar la destrucción del templo y de la nación por parte de los romanos (11,48). El gobernador romano les asegura que no ve peligro en Jesús, quitando todo fundamento a aquella sentencia. Pero el móvil real de la hostilidad contra Jesús no era el peligro romano, sino el propio interés (11,50: “os conviene”).

La Pascua fue en su origen la fiesta de la liberación de Egipto. Soltar un preso (39) recordaba la antigua liberación y simbolizaba su permanencia. A pesar de su veredicto de inocencia, Pilato no se atreve a poner en libertad a Jesús. Cede a la presión de los dirigentes judíos; para no ofenderlos, propone una solución de compromiso. La propuesta provoca la protesta clamorosa de las autoridades (40). No quieren la libertad de Jesús a ningún precio. Ellos tienen sus propuestas: al dador de vida prefieren el violento y homicida (bandido, denominación que se aplicaba a los zelotas).


19 1-3. Jn no señala la entrada de Pilato (en 19,4 vuelve a salir), porque la escena de la burla del rey se dirige en primer lugar a los judíos que están fuera. Se usaba azotar (1) al que iba a ser crucificado, pero aún no se ha dado esa sentencia. Jn dispone los acontecimientos para desarrollar gradualmente el sentido de la misión y muerte de Jesús.


Los soldados, agentes de la violencia del poder (2). Parodian una proclamación imperial. Corona, manto de púrpura y saludo real (3); todos los emblemas de la realeza figuran en la escena para ser objeto de burla. Los soldados ven en Jesús un pretendiente al trono. Expresan con sus acciones todo el desprecio que les merece el título “rey de los judíos”. Paso a paso destruyen toda ilusión sobre la monarquía davídica, ideal mesiánico del pueblo. La despojan de toda grandeza, ridiculizan todos los atributos regios.


Jesús no protesta; la acción de los soldados es la suya propia; por medio de ellos va subrayando la insensatez de la concepción mesiánica común. Él, que ha afirmado claramente su realeza, va permitiendo la negación de todo lo que podía comportar el poder y esplendor. Ahora podrá manifestarse la verdadera grandeza que hace al hombre rey, la del amor que llega hasta dar la vida. 


4-8. Pilato anuncia la salida de Jesús (4); va a sacarlo (os lo traigo) fuera, al ámbito judío, para mostrar a los dirigentes que no hay razón para condenarlo. Jesús, burlado en su pretensión real, no puede inspirar temor alguno. No hay acusación posible.

Pero Jesús sale por propia iniciativa (Salió) (5). Llevando los atributos reales de la burla, se presenta a los que detentan el poder de su nación. Les muestra la calidad de su mesianismo; el Mesías consagrado por Dios (10,24-36) es aquel que rechaza el poder, pero se dispone a dar su vida para que ellos no perezcan (11,50s; 18,14).


El sujeto que habla (les dijo) puede ser Pilato o Jesús. Ambigüedad pretendida; según la lógica de la narración, sería Pilato; pero, en realidad es Jesús mismo quien se proclama el Hombre, la realización del proyecto de Dios. Por primera vez en la historia está apareciendo lo que es y significa ser hombre. El Hombre es el rey (corona y manto), porque a eso está destinado por Dios; es el Mesías que Dios envía a la humanidad (9,35). No hay dignidad superior a ésta. Los soldados, al despojar a Jesús de la falsa dignidad real, propia del mundo, han dejado al descubierto su verdadera realeza.


Los jefes religiosos y sus subordinados (18,3) (6a), identificados con sus dueños y asociados a su injusticia; los oprimidos que aceptan la opresión y se hacen a su vez opresores. El pueblo está ausente de toda la secuencia. Queda patente el verdadero motivo de la hostilidad a Jesús: no es el peligro de su pretensión de realeza, deshecha con la burla de los soldados, es el odio “al Hombre”. Los opresores no pueden soportar al que, con su verdad, derriba la mentira de su sistema. Con el poder y su Ley, han querido impedir que exista el hombre; ahora lo tienen delante en toda su grandeza y su vista los ofende. Gritan porque no tienen armas contra esa verdad.


Por segunda vez (cf. 18,31) expresa Pilato su deseo de que ellos se encarguen de Jesús (6b). Él sigue considerándolo inocente. Uno tras otro, sus intentos de compromiso son rechazados por la jerarquía sacerdotal. Los judíos (7), los dirigentes y partidarios de la institución judía. La Ley de Moisés prohibía matar (18,31); la de ellos los lleva a dar la muerte (cf. 7,19). Su ley es enemiga de Dios, pues se opone a la realización de su proyecto; prohíbe ser hijo de Dios (1,12) y, con ello, ser hombre. Es la ley del odio (15,25). La Ley, absolutizada y hecha instrumento del poder, condena a muerte a quien pretende realizar el proyecto creador.


El miedo de Pilato se había mostrado en su actuación vacilante y en su falta de decisión para dar la libertad a Jesús, al que reconoce inocente. Temía a los dirigentes judíos, pero ahora se pregunta si no ha de temer también a Jesús (8). En la narración, el poder judío con su saña y Pilato con su cobardía, se van envileciendo; en el centro se va descubriendo la fuerza de Jesús, que se mantiene fiel a sí mismo y a su misión.


9-12. Nueva entrada de Pilato, esta vez con Jesús (9); quiere escapar del ambiente de la pasión y el odio. La acusación: “se ha hecho hijo de Dios”, lo intranquiliza; no sabe si el origen de Jesús es humano o divino. Jesús no le contesta: para hacer justicia debe bastarle que Jesús sea un hombre; tampoco se aprovecha Jesús del miedo de Pilato para forzarlo a darle la libertad. El juez tiene datos más que suficientes para dar sentencia.

Antes del silencio, Pilato recurre a la amenaza (10). Piensa que el hecho de detentar el poder debería persuadir a Jesús a someterse a sus deseos (¿Te niega hablarme a mí?). No sabe que Jesús da su vida voluntariamente. Soltarse corresponde al veredicto de inocencia que él ha dado; crucificarte, a los gritos de los sumos sacerdotes. Pilato se jacta de tener en su mano el poder de obrar justa o injustamente. El sistema injusto piensa que la vida de sus súbditos depende de su arbitrio.


Afirma Jesús el absoluto respeto de Dios por la libertad: cada uno es responsable de su opción a favor o en contra del hombre. Pero ésta se identifica con la opción a favor o en contra de Dios. El juez va a elegir entre la vida y la muerte; su sentencia sobre Jesús será su propia sentencia (3,17). Lo mismo había ocurrido con Judas (13,26.30).


El que ha entregado a Jesús es del círculo de poder (18,30.35), cuyo agente ha sido Judas. El pecado, la represión o supresión de la vida en sí mismo o en otros (1,29), se comete al integrarse en un orden opresor (8,23). Pilato pertenece a ese orden. Pero la responsabilidad (pecado) de los dirigentes judíos es mayor: contra el mandamiento de su Ley (18,31), están buscando dar muerte a Jesús, al que ya pueden conocer como Mesías a través de sus palabras y sus obras (15,22.24); cf. 10,25.37; 12,37-43). Además, en su rechazo de Jesús han arrastrado al pueblo, privándolo de la liberación que Dios le destinaba y condenándolo a la ruina. Por último, para matar a Jesús invocan su Ley (19,7), atribuyendo el homicidio a Dios mismo; se escudan en Dios para matar al Hijo de Dios.


Pilato ve que está al borde de cometer una grave injusticia y quiere rectificar a tiempo (12). Los jefes judíos, para forzar la decisión del juez, recurren a la amenaza personal; cambian la acusación religiosa (19,7), por otra política (hacerse rey). Pilato se encuentra ante un dilema: ser leal al hombre y a la injusticia, o al sistema de poder al que pertenece. Optar a favor del hombre lo llevaría a perder su posición. Los jefes judíos, al presionar a Pilato para que dé la sentencia injusta, cargan también ellos con la responsabilidad del juez.

Doble sentido de la frase: Todo el que se hace rey se declara contra el César. Por un lado, acusación de cabecilla político; por otro, en sentido teológico: quien (todo el que) por la entrega de sí mismo adquiere su libertad e independencia (rey) se declara contra el poder opresor cuyo símbolo supremo es el César romano. Las expresiones hacerse hijo de Dios (19,7) y hacerse rey son equivalentes: indican al hombre que realiza el proyecto divino.


13-16a. Último intento de Pilato por liberar a Jesús. Enfrenta a Israel con su rey. No se atreve a dar la sentencia justa; va a dejar la decisión en manos de los sumos sacerdotes.


Aparente ambigüedad de sujeto, Pilato o Jesús, correspondiente a los dos planos, narrativo y teológico; en este último, quien se sienta (13) es Jesús, como rey en su trono (en su escaño de juez). El escaño representa al mismo tiempo el trono de Jesús y el tribunal desde donde, como rey, va a dictar sentencia. Ante él va a tener lugar el juicio del pueblo, representado por sus jefes.


Gábbata, “altura, promontorio”, no traduce Enlosado. Alusión a la cruz, lugar de la exaltación de Jesús (19,19; cf. 3,14; 8,28; 12,32: “el Hombre levantado en alto”).


La hora sexta (mediodía), momento en que, la víspera de Pascua (la preparación), comenzaban a sacrificarse los corderos pascuales en el templo. Recoge Jn el tema del Cordero de Dios (1,29.36), “el que quita el pecado del mundo”. La hora de la plena luz señala la revelación del Mesías a Israel (cf. 4,6.25s).

Nueva ambigüedad de sujeto: Dijo a los judíos, Pilato (plano narrativo) o Jesús (plano teológico); cf. 9,5: “Mirad al hombre”. Jesús se presenta como el rey ante quien tienen que hacer su opción. Odio desaforado: los jefes judíos no pueden tolerar ni la vista de Jesús (15: ¡Quitadlo!). Rechazan al rey que quiere dar su vida por el pueblo (11,50; 18,14); se rebelan contra el rey que, en vez de dominar, viene a liberar a los hombres del dominio. Es el odio contra Dios (15,23: “Odiarme a mí es odiar a mi Padre”). Se va revelando la incompatibilidad entre el Dios verdadero y la institución de Israel, que culminará en la opción final.

Yuxtapone Pilato los términos rey y suplicio (crucificar). Destaca cada vez más la realeza de Jesús. Responden los representantes del sistema teocrático; los que dicen representar a Dios son los que lo traicionan. En el AT era Dios el rey de Israel (Sal 5,3; 29,20; 44,5; 47,3.7, etc.); ellos aceptan como rey legítimo al emperador romano, al que no reconoce a Dios y les había quitado su independencia como nación. En realidad, al elegir al emperador, eligen a su dios de siempre, el poder (5, 37s; 8,54s); que éste lleve un nombre u otro es secundario. Ateísmo radical del sistema teocrático. Han pronunciado su propia sentencia. Como los demás, Pilato acaba traicionando al hombre (se lo entregó) (16a). Como “los judíos”, prefiere la gloria humana a la que viene de Dios solo (5,44; 12,43).


16b-18. Pasa al poder judío la responsabilidad de la muerte de Jesús (16b). Pero él no depende de la sentencia; da su vida voluntariamente (17: cargando él mismo). Jn describe en términos de crucifixión lo descrito antes en términos de exaltación (19,13-16a). Paralelo y oposición entre Gábbata, la altura, y Gólgota, la calavera. La exaltación se verifica en el don de la vida.

En la cruz, Jesús no está solo: con él crucificaron a otros dos: Jn no identifica ni califica a estos dos (en los otros evangelistas, “bandidos”). La expresión con él recuerda la de Tomás (11,16: “Vamos también nosotros a morir con él”). Los compañeros de suplicio representan a los discípulos que siguen a Jesús hasta el final y dan con él la vida por los hombres; son los que están donde está Jesús (14,3; 17,24). Jn no distingue entre derecha e izquierda (a un lado y a otro); igualdad. 


19-22. Al dictar Pilato el letrero (19), contradice la opción de los sumos sacerdotes: el rey de los judíos no es el César, sino Jesús (19,15). Vuelve a aparecer el título el Nazareno/Nazoreo (18,5.7), el vástago de David, el Mesías anunciado; en él se cumplen las promesas. La expresión estaba escrito es la clásica para designar los textos de la antigua Escritura (2,17; 6,31.45; 10,34, etc.). El letrero de la cruz describe el contenido de la nueva, que no es para ser leída, sino contemplada (1,14; 17,24; 19,35).

Los sumos sacerdotes no pueden tolerar que el mismo representante del emperador les eche en cara su traición (21). La respuesta de Pilato (22) tiene tono de oráculo: lo escrito es definitivo, no se puede cambiar (cf. 10,35).


El letrero es así el título de la nueva Escritura, cuyo contenido es Jesús, que da su vida por los hombres. Él es el código o norma de la nueva alianza, destinado a todos los pueblos (hebreo, latín y griego): el lenguaje del amor es universal. Este código no enuncia preceptos que expliciten la voluntad de Dios; Jesús crucificado es la expresión de los que Dios es y quiere para el hombre. La nueva Escritura no es un enunciado, sino una persona. El conocimiento y la relación con Dios no se obtienen ya a través de textos escritos, sino a través de Jesús.  


23-24. Son cuatro soldados paganos quienes reciben la herencia de Jesús. Se mencionan los soldados al principio y al fin de la perícopa. En el AT, el manto (23) es símbolo del Reino (1 Re 11,30-31); 1 Sm 15,27); los soldados dividen en cuatro partes el manto/reino de Jesús, el rey de los judíos, y se lo apropian; los paganos quitan a los judíos su rey para hacerlo suyo. Cuatro partes, alusión a los cuatro puntos cardinales: universalidad del Reino. La túnica intacta (24): su unidad interior e indivisible.

Otro símbolismo del manto: el Espíritu profético (1 Re 13,20: Elías y Eliseo; cf. 2 Re 2,1-15). El Reino se hará realidad por la efusión del Espíritu de Jesús. Los grupos cristianos en el mundo entero serán reconocidos como herederos de un crucificado, es decir, por continuar, con su mismo Espíritu, la misión del que dio su vida por amor a los hombres (cf. 13,35).


Cita de Sal 22,19: el reparto de la ropa tiene un sentido hostil; los soldados, sin embargo, al realizar este acto, cumplen un gesto profético. Lo que parece un despojo va a significar la expansión universal. 


25-27. Según el contexto, hay dos mujeres al pie de la cruz (25): la madre de Jesús, María la de Cleofás (quizá patronímico), y su hermana, María Magdalena. En la escena siguiente (26-27), esta última está sustituida por el discípulo predilecto.

La presencia significa fidelidad. Cada una de las dos mujeres representa la comunidad de una alianza: la madre, la de la alianza antigua, el resto de Israel, la esposa fiel de Dios (2,4: “Mujer”). María Magdalena, la comunidad de la nueva alianza, la esposa del Mesías (20,13.15: “Mujer”).


El papel de la madre, la antigua comunidad, termina en la cruz; el de María Magdalena comienza en ella. La identidad de nombre indica el común papel de esposa (María de Betania, 11,1-3; 12,2, anticipaba la figura de la nueva esposa, como la resurrección de Lázaro anticipaba la de Jesús).


La nueva comunidad (María Magdalena) es hermana de la antigua (la madre de Jesús). Existe, pues, una relación de fraternidad, de igualdad, entre el pueblo antiguo y fiel y la nueva comunidad. Ha cesado el privilegio de Israel.


Cambia el juego de personajes (26). La nueva comunidad, representada en cuanto esposa por María Magdalena, lo está ahora, en cuanto amigo, por el discípulo predilecto de Jesús. Jesús ve a la madre (no “a su madre”, v.25; cf. 2,1.3.5.12); del Israel fiel tuvo origen el Mesías (4,22) y, en consecuencia, la comunidad mesiánica.


Encargo de Jesús a la madre y al discípulo, en términos de reconocimiento mutuo (26: Mira a tu hijo; 27: Mira a tu madre). El antiguo Israel debe reconocer su legítima descendencia (hijo) en la comunidad nueva y universal. La nueva comunidad debe reconocer su origen (madre) en el Israel fiel a Dios. Éste se integra en la comunidad universal (la acogió el discípulo en casa).  


28-30. Constituida la nueva comunidad universal (28: Después de esto), todo va quedando terminado, sólo falta la expresión del amor hasta el extremo. Libertad de Jesús: tiene conciencia de su misión y va realizando su obra (consciente Jesús). Expresa su necesidad (Tengo sed; cf. 4,7). A los que han obtenido su condena, pide una muestra de solidaridad humana elemental, que le permita que le permita responder comunicándoles vida (4,10, con la samaritana). Les demuestra que su amor no ha sido vencido por el odio. Paralelo con el caso de Judas (13,26). Amor sin límite, lealtad al hombre hasta el extremo. Jn se refiere al pasaje citado en 15,25: “Me odiaron sin razón”.

El jarro allí colocado (29) recuerda las tinajas de Caná, figura de la Ley (2,6: “Estaban allí colocadas”). El vinagre se opone al vino que ofreció Jesús en aquella boda: el odio opuesto al amor (cf. 19,7). El hisopo se usaba para rociar la sangre liberadora del cordero pascual (Ez 12,21ss). El odio de los homicidas va a derramar la sangre del Cordero de Dios; el hisopo recogerá esta sangre que va a liberar a la humanidad de la muerte. Nueva Pascua.


Tomó el vinagre (30): acepta, sin desmentir su amor, la muerte causada por el odio. Últimas palabras: Queda terminado; ha dado remate a la obra del Padre (4,34). Con su amor invencible, ha realizado en sí mismo la plenitud del Hombre igual a Dios (20,28), el proyecto creador (1,1). En este momento, la presencia del Padre brilla como nunca en Jesús; toda muerte queda excluida por esa presencia: la muerte de Jesús no interrumpirá su vida. Es éste “el último día” (6,39), que termina la creación y abre el mundo definitivo; será también “el primero” (20,1), a partir del cual ese mundo ya empezado se irá completando.


Reclinando la cabeza: Jesús se duerme, metáfora de una muerte (11,11-13) que no interrumpe la vida. El gesto espontáneo, que indica la voluntariedad de su muerte, está subordinado a la entrega del Espíritu. Jesús no muere por morir, sino para salvar a los hombres. El amor extremo, rompe, por decirlo así, los límites de su humanidad y lo convierte en dador de vida, como el Padre. El Espíritu que había recibido (1,32s) puede ahora comunicarse a los hombres. Él realizará el reino universal (19,23) y constituirá la humanidad nueva (19,25-27). 


 31-37. Los dirigentes judíos (19,20) (31), que han conseguido dar muerte a Jesús, siguen preocupados por la pureza legal (cf. 18,28); la ejecución capital profanaba el sábado o la fiesta. Los cuerpos: solidaridad de Jesús con los que están crucificados con él y con todo hombre; “el cuerpo”, santuario de Dios (2,21).
Petición de los dirigentes a Pilato. Los soldados comienzan por los compañeros de Jesús (32). A éste no pueden quitarle la vida (33), la ha dado voluntariamente. Prepara Jn el texto sobre el cordero pascual (v.36).

La lanza (34), como el vinagre, representa el odio. Acción innecesaria, la hostilidad sigue. La expresión del odio permite la del amor que produce vida. Lo mismo que al vinagre del odio respondió Jesús con su muerte aceptada por amor y la efusión del Espíritu (19,30), a la herida de la lanza sucede la efusión de la sangre y el agua.


La sangre simboliza su muerte, suprema manifestación de su gloria o amor hasta el fin (1,14); el agua, el Espíritu (7,37-39), el amor/vida que comunica a los hombres (1,16). Señal permanente, el Hombre levantado en alto, para que tengan los hombres vida definitiva (3,14s); el Cordero de la nueva Pascua, el que libera al hombre de la esclavitud quitando así el pecado del mundo (1,29).


La descripción de la muerte de Jesús como un sueño (19,30) y la mención del costado relacionan este pasaje con el de la creación de la mujer (Gn 2,21s). Al nacer del agua/Espíritu (3,5) se formará la nueva humanidad, representada en figura de mujer-esposa por María Magdalena (19,25; 20,13.15). La primera mujer era carne de la carne de Adán y hueso de sus huesos (Gn 2,23); la nueva esposa del Hombre es espíritu de su Espíritu.


El testimonio que da el evangelista (35) es el más solemne del Evangelio. Cierra el testimonio de Juan Bautista (1,34), que describía la misión de Jesús (1,29: “quitar el pecado del mundo”; 1,33: “bautizar con Espíritu Santo”). Por primera vez se dirige Jn a sus lectores (vosotros; cf. 1,14.16: “nosotros”). La experiencia del amor de Jesús es el fundamento de la fe.


Se cumplen dos textos de la Escritura: Éx 12,46 (36), sobre la comida del cordero pascual: No se le romperá ni un hueso; Jesús, Cordero de Dios, alimento de los que se sumen a su éxodo. Serán discípulos suyos los que coman su carne y beban su sangre (6,53-58), es decir, los que se identifiquen con el amor de Jesús expresado en su vida y culminado en su muerte.


Segundo texto (37), Zac 12,10: Mirarán al que traspasaron. El profeta se refiere a uno de los acontecimientos del “día del Señor”, en el contexto de Zac 13,1 y 14,8 donde se habla del manantial que ha de brotar en Jerusalén para eliminar los pecados e impurezas; fluirá sin cesar hacia oriente y occidente, y el Señor será rey del mundo entero. A la luz de Zacarías, el agua que brota del Traspasado significa la universalidad del don del Espíritu; así será el Señor rey del mundo entero (19,19-23).


El verbo Mirarán cumple la promesa de Jesús a los discípulos: “Veréis el cielo quedar abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar por el Hombre” (1,51). Es aquí donde se establece la comunicación definitiva de Dios con el hombre por medio del Espíritu que brota de Jesús.


19, 38-42. Nada se dice sobre la posición social de José ni sobre su afiliación religiosa; se menciona solamente su origen, Arimatea (38). Era discípulo, pero no se atrevía a pronunciarse en público a favor de Jesús (cf. 12,25; 20,19). Quiere rendirle los últimos honores. Todo ha terminado con una condena injusta y se propone mostrar su solidaridad con el ajusticiado.

Nicodemo (39) no aparece como discípulo; era, por el contrario, fariseo y jefe entre los judíos (3,1). Había esperado que Jesús fuese el Mesías-maestro y realizase la restauración promoviendo la rigurosa observancia de la Ley. De noche, el espacio de donde Jesús, la luz (8,12), está ausente. Sin embargo, su sentido de la justicia lo hizo salir en defensa de Jesús (7,50s). Con la enorme cantidad de aromas Nicodemo se propone eliminar el hedor de la muerte (11,39), que da por descontado. Para él, Jesús ha terminado para siempre, pero quiere perpetuar su memoria. Esta clase de aromas no se empleaban para la sepultura; se usaban, en cambio, para perfumar la alcoba (Prov 7,17; cf. Sal 45,9); se mencionan con frecuencia en el Cantar, en contexto nupcial (4,14; cf. 3,6; 4,6; 5,1.13).


El discípulo se asocia al fariseo (40) para sepultar a Jesús. Las exequias que le hacen tienen un doble sentido. Ellos piensan rendir el último homenaje a un muerto, pero de hecho están preparando el cuerpo del esposo para la boda. Quieren perpetuar la memoria de Jesús, el injustamente condenado, considerándolo muerto para siempre; así lo indica el verbo lo ataron, extraño para ser aplicado a los lienzos, pero que sugiere la privación de libertad, el estar definitivamente sujeto a la muerte (cf. 11,44, de Lázaro: “Desatadlo”). Jn subraya este modo de pensar cuando añade: como tienen costumbre los judíos de dar sepultura, que no se refiere a los aromas.


El perfume de Betania (12,3) era un homenaje a Jesús vivo y dador de vida; los aromas de Nicodemo, a Jesús muerto. De aquél resaltaba la calidad (“de mucho precio, auténtico”); de éste, la cantidad (unas cien libras). José, el discípulo, debía haber llevado un poco del perfume de nardo, según la recomendación de Jesús (12,7: “para el día de mi sepultura”); habría mostrado así su fe en Jesús vivo aun en la muerte. No lo lleva; acepta, en cambio, los aromas de Nicodemo, que implicaban la creencia en una muerte sin remedio.

Había un huerto/jardín en el lugar donde murió Jesús (41): muerte (19,17: “lugar de la Calavera”) y vida (huerto) coinciden (cf. 19,30: metáfora del sueño). Jesús es el primero en ser enterrado en ese sepulcro (nuevo); donde todavía nadie había sido puesto: otros van a pasar por el mismo sepulcro. Jesús inaugura una nueva clase de muerte; la de los suyos, como la de él, es realidad de vida (8,51; cf. 11,25s). Jn no menciona que cierren el sepulcro con una losa; ésta aparecerá solamente quitada (20,1). Nadie puede encerrar a Jesús en la muerte.


Termina el tema de la preparación judía (42), que nunca pasará a la celebración de la fiesta. Esa Pascua ya no existe, una vez sacrificado el Cordero de Dios (19,31-42). Por la inminencia del día de precepto colocan a Jesús en el sepulcro cercano. La prisa da a la sepultura un carácter de provisionalidad.


SÍNTESIS.

Dios o Jesús no necesitan en este mundo defensores ni protectores. Pretender defenderlos es arrogancia. Usar la fuerza o utilizar la violencia con ese pretexto significa atribuirles la misma injusticia del sistema y destruir toda alternativa. Lo único válido es repetir el gesto de Jesús, entregar la vida por amor al hombre. 


Contraste entre la actitud de Jesús y la de Pedro; como trasfondo, la del otro discípulo, el verdadero seguidor. Jesús, manifestando su libertad, se enfrenta con el poder hostil, sin retractarse de su actividad anterior ni de su enseñanza. Pedro, por miedo, reniega de su condición de discípulo. Había dado su adhesión, más que a Jesús, a su propio ideal de un Mesías de poder. 

El poder/dominio y el uso de la violencia pertenecen al orden injusto, enemigo de Dios y del hombre. Para realizar su obra, la nueva humanidad y la sociedad alternativa, Jesús no se apoya en la fuerza, sino en el deseo y la experiencia de vida; los que lo sigan, lo harán libremente. 

La figura de Barrabás, el bandido, simboliza la violencia; los dirigentes la ejercen sobre el pueblo mediante sus instituciones. La actividad de Jesús pone en peligro su poder. Él no usa la fuerza, pero da vida al hombre. El sistema opresor ve en esto su propia ruina; eligiendo a Barrabás, deja la vía libre a su propia violencia. 

La verdadera realeza es sinónimo de riqueza y libertad. “El rey” es “el Hombre”, el que posee la plenitud humana; su riqueza no son cosas, sino su propia persona, su vida y amor sin tasa; su plena libertad lo hace dueño de ella y le permite entregarla para comunicar amor y vida. La Ley, como instrumento de opresión, se opone a que el hombre llegue a realizarse; lo somete, privándolo de la libertad y le impide así disponer de la propia vida para darla. 

Responsabilidad de los dirigentes judíos, que hacen del gobernador instrumento de su odio. El poder religioso, más injusto e implacable que el civil. Dilema de Pilato: por ser parte del sistema injusto, acaba sacrificando al hombre, aun en contra de su propia convicción, para mantenerse en su cargo. 

El evangelista pone de relieve las opciones profundas, más allá de las palabras y de las profesiones externas de la religiosidad. Lo importante no es el nombre que se dé a Dios, sino el contenido que se significa con ese nombre. La opción por el César delata lo que Dios significaba para ellos. Al revelarse Dios como amor al hombre, lo rechazan y eligen al que, por ser opresor, permite y legitima la opresión que ellos ejercen. Jesús pone al descubierto la realidad del poder religioso. 

Jesús en la cruz es la gran señal hacia la que convergen todas las que se han narrado en el Evangelio, la que da a todas su pleno sentido. Señal paradójica: un hombre condenado y muerto en una cruz. Nada más lejos de lo que podía esperarse como manifestación divina.
Jesús muestra la realidad de Dios; no es el Dios de los prodigios espectaculares, sino el que se manifiesta en el hombre mismo, participando con él en el desarrollo de la historia e imprimiendo en ella su dinamismo desde dentro. Se manifiesta en el amor generoso; en él despliega su potencia y él es el factor de cambio en la historia, la única posibilidad de redención y de plenitud del hombre.


La autenticidad de la fe se mide por la actitud ante la muerte. Mientras ésta aparezca como una derrota, el discípulo estará paralizado por el miedo a la violencia del poder, y su falta de libertad impedirá dar testimonio. En nada se diferencia del que nunca ha sido discípulo. Jesús en la cruz no es para él un salvador, sino una víctima. Puede ser un ejemplo que queda en el pasado, pero no una fuente presente y permanente de fuerza y de vida.

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