Primera Lectura: Ezequiel
2,2-5
2Penetró en mí el Espíritu mientras me estaba hablando y me
levantó en pie, y oí al que me hablaba. 3Me decía:
-Hijo de Adán, yo te envío a Israel, pueblo rebelde: se
rebelaron contra mí ellos y sus padres, se sublevaron contra mí hasta el día de
hoy. 4(A hijos duros de rostro y de corazón empedernido te envío.) Les dirás
“esto dice el Señor”, 5te escuchen o no te escuchen, pues son casa rebelde, y
sabrán que hay un profeta en medio de ellos.
EXPLICACIÓN.
2,1-2. El “espíritu” acompaña a la palabra; vitaliza y sintoniza
al profeta para que escuche.
2,3-4. En el contexto de la alianza, es la rebelión del vasallo
contra el soberano. Ezequiel ha de ser una especie de fiscal representante del
Señor.
2,5. La misión profética es para la palabra. Esta lleva en sí
una fuerza tal que, aun rechazada, se impone. Los desterrados, aun a la fuerza,
habrán de reconocer que el Señor les envió un profeta. Envío de doble filo:
para que se salven si lo aceptan, para que no tengan excusa si lo rechazan.
Salmo
Responsorial: 123, 1-4.
1Levanto los ojos a ti
que habitas en el cielo.
2Como los ojos de los esclavos
pendientes de la mano de su amo.
como los ojos de la esclava
pendientes de la mano de su ama.
pendientes de la mano de su amo.
como los ojos de la esclava
pendientes de la mano de su ama.
así nuestros ojos del Señor nuestro Dios
hasta que se apiade de nosotros.
3iPiedad, Señor, ten piedad!,
hasta que se apiade de nosotros.
3iPiedad, Señor, ten piedad!,
que estamos hartos de desprecios.
4nos sentimos hartos
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.
del desprecio de los orgullosos.
123 Género y situación. Es una
súplica que ha reducido a lo esencial el triángulo clásico. La motivación
combina la condición de Dios como amo y la situación del orante, a saber, la humillación
constante de los sometidos. Situación repetible y repetida, genérica. Algunos
han querido asignarle una situación histórica: los desterrados en Babilonia.
los judíos en tiempo de Nehemías: 2,19; 3,33.
Desprecio y piedad. Tales son
las dos actitudes opuestas y correlativas y en ellas radica la riqueza humana y
teológica del salmo. Al hombre "satisfecho" de sí no le basta ser
alto, quiere ser "superior"; y desde su altura "desprecia"
a otros: léanse Prov 11,12; 14,21; 17,5; Eclo 11,4; 41.22. La humillación,
sobre todo si repetida o sistemática, puede doler más que una herida. Puede
degradar al hombre. El cual, no pudiendo aguantar más, levanta los ojos a Dios.
De un salto trasciende las minúsculas diferencias en que se complacen los
hombres y se remonta al trono que devuelve su auténtica dimensión a los
mortales.
123,1 El gesto de los ojos es símbolo de una misteriosa ascensión
espiritual, como el cielo es símbolo de la trascendencia divina.
123,2 Los ojos ahora se fijan: el poeta se detiene, prolonga la
expectación, difiere el desenlace. El gesto de la mano no amenaza, quizá da
órdenes, ciertamente favores.
123,2c-3a Un título clásico de Dios es El Piadoso.
123,3b-4 Los "satisfechos y altaneros" son un tipo humano:
léase Eclo 4.1-3 Y 13.3 en su contexto de ricos y pobres.
Trasposición cristiana.
Podemos recordar la satisfacción del fariseo, que desprecia al
publicano, el cual no se atreve a levantar los ojos: Lc 18,9-14. Si lo
esperamos todo de Dios como gracia y piedad, nos levantaremos sobre el
desprecio de los satisfechos y no nos sentiremos satisfechos de lo que es
gracia y no mérito.
Segunda Lectura: II
Corintios 12,7b-10
7bPara que no tenga soberbia, me han
metido una espina en la carne, un emisario de Satanás, para que me abofetee y
no tenga soberbia. 8Tres veces le he pedido al Señor verme libre de él, 9pero
me contestó: "Te basta con mi gracia, la fuerza se realiza en la
debilidad", Por consiguiente, con muchísimo gusto presumiré, si acaso, de
mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza del Mesías. 10Por eso
estoy contento en las debilidades, ultrajes e infortunios, persecuciones y
angustias por Cristo; pues cuando soy débil, entonces soy fuerte.
EXPLICACIÓN.
Emisario de Satanás (7),
inspirado en Job 1-2. Hay que aceptar la propia condición y, desde ella,
contando con la fuerza del Señor, proseguir su obra; la debilidad física o las
penalidades dan ocasión a que se muestre la fuerza (8-10).
Evangelio: Marcos 6,1-6
(Mt 13,53-58; Lc
4,16-30)
1bFue a su tierra, seguido
de sus discípulos. 2Cuando llegó el día de precepto se puso a enseñar en la
sinagoga; la mayoría, al oírlo, se decía impresionada:
-¿De dónde le vienen
a éste esas cosas? ¿Qué clase de saber le han comunicado a éste, y qué
portentos son esos que le salen de las manos? 3¿No es éste el carpintero, el
hijo de María y hermano de Santiago y José, de Judas y Simón? y ¿no están sus
hermanas aquí con nosotros? y se escandalizaban de él.
4Jesús les dijo:
4Jesús les dijo:
-Sólo en su tierra,
entre sus parientes y en su casa desprecian a un profeta.
No le fue posible de
ningún modo actuar allí con fuerza; sólo curó a unos pocos enfermos
aplicándoles las manos. 6y estaba sorprendido de su falta de fe.
Entonces fue dando
una vuelta por las aldeas de alrededor, enseñando.
EXPLICACIÓN.
1b-6. Colofón de la
segunda sección: No se nombra a Nazaret, porque su tierra/su patria es
el pueblo judío (1b). La escena tipifica la actitud hacia Jesús de la mayoría
del pueblo, identificado con la postura de los letrados (3,22). Nadie acude a
Jesús a su llegada: rechazo. Primer contacto, el día de precepto, en que tienen
que ir a la sinagoga. Están impresionados por su enseñanza, pero no
reconocen que su autoridad sea la del Espíritu (cf 1,22). No pronuncian su
nombre, sólo pronombres despectivos para él y su actividad (éste, eso). Si
su autoridad no es de Dios, no puede ser más que del demonio (d. 3,22: agente
de Belcebú); por eso dan sentido peyorativo a su saber (magia) y lo mismo a su
actividad (no «hace» prodigios, le salen, como instrumento de otro). Hijo
de María, indigno de llamarse hijo de un padre. Rechazo total (cf. 3,31ss:
«madre y hermanos»), Jesús se presenta como profeta, es decir, como inspirado
por el Espíritu de Dios, desmintiendo la acusación de magia (4). La falta de fe
impide su actividad. En lugares periféricos sí escuchan su enseñanza (5-6).
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