Primera Lectura. Oseas 6,1-6.
1-Vamos a volver al Señor:
él nos desplazó y nos sanará,
nos hirió y nos vendará la herida.
2En dos días nos hará revivir,
al tercer día nos restablecerá
y viviremos en su presencia.
3Esforcémonos por conocer al Señor:
como la aurora es puntual su salida;
vendrá a nosotros como la lluvia,
como aguacero que empapa la tierra.
4-¿Qué haré de ti, Efraín: qué haré de ti, Judá?
Vuestra lealtad es nube mañanera,
rocío que se evapora al alba.
5Por eso los maté con las palabras de mi boca,
los atravesé con mis profetas
y mi sentencia brilla como la luz.
6Porque quiero lealtad, no sacrificios;
conocimiento de Dios, no holocaustos.
Explicación.
6,1-3 Las palabras del pueblo suenan a conversión sincera. El remedio está en el Señor: fe; él nos remediará: esperanza; viviremos en su presencia: enmienda. Sin embargo, el profeta descubre la falsedad de tal discurso. Más que conversión sincera, es cálculo, seguridad presuntuosa que somete al Señor a ritmos y módulos cósmicos. El Señor -piensan- es como la aurora: puntual e inevitable; como la lluvia que acude a la cita con sus dones. El Señor es perfectamente previsible, y el hombre puede controlar el mecanismo de la reconcialiación.
Vivir en su presencia es gozar de su favor o proceder a su agrado. Los tres días: véase en 2 Re 20,5.8 la curación de Ezequías. A la luz del NT el verbo qwm se leerá como "resucitar". Quizás sea 3c duplicado de 5c.
6,4-6 Es como si en el Señor sobreviviniera un momento de indecisión: ¿cede o resiste? Hasta que responde repitiendo y retorciendo palabras e imágenes usadas por el pueblo. En el orden agrario, son ellos como rocío o nube: no fecundos, sino pasajeros; esperaban la aurora de Dios, y llegará, para sentencias; querían que vendase, y hiere, pedían vida, da muerte.
COncluye con una frase lapidaria. La lealtad aquí tiene por término al Señor. Mt 9,13 la cita aplicándola a las relaciones humanas.
Salmo. 51,3-4.18-21.
3Misericordia, oh Dios, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa,
4lava del todo mi delito
1-Vamos a volver al Señor:
él nos desplazó y nos sanará,
nos hirió y nos vendará la herida.
2En dos días nos hará revivir,
al tercer día nos restablecerá
y viviremos en su presencia.
3Esforcémonos por conocer al Señor:
como la aurora es puntual su salida;
vendrá a nosotros como la lluvia,
como aguacero que empapa la tierra.
4-¿Qué haré de ti, Efraín: qué haré de ti, Judá?
Vuestra lealtad es nube mañanera,
rocío que se evapora al alba.
5Por eso los maté con las palabras de mi boca,
los atravesé con mis profetas
y mi sentencia brilla como la luz.
6Porque quiero lealtad, no sacrificios;
conocimiento de Dios, no holocaustos.
Explicación.
6,1-3 Las palabras del pueblo suenan a conversión sincera. El remedio está en el Señor: fe; él nos remediará: esperanza; viviremos en su presencia: enmienda. Sin embargo, el profeta descubre la falsedad de tal discurso. Más que conversión sincera, es cálculo, seguridad presuntuosa que somete al Señor a ritmos y módulos cósmicos. El Señor -piensan- es como la aurora: puntual e inevitable; como la lluvia que acude a la cita con sus dones. El Señor es perfectamente previsible, y el hombre puede controlar el mecanismo de la reconcialiación.
Vivir en su presencia es gozar de su favor o proceder a su agrado. Los tres días: véase en 2 Re 20,5.8 la curación de Ezequías. A la luz del NT el verbo qwm se leerá como "resucitar". Quizás sea 3c duplicado de 5c.
6,4-6 Es como si en el Señor sobreviviniera un momento de indecisión: ¿cede o resiste? Hasta que responde repitiendo y retorciendo palabras e imágenes usadas por el pueblo. En el orden agrario, son ellos como rocío o nube: no fecundos, sino pasajeros; esperaban la aurora de Dios, y llegará, para sentencias; querían que vendase, y hiere, pedían vida, da muerte.
COncluye con una frase lapidaria. La lealtad aquí tiene por término al Señor. Mt 9,13 la cita aplicándola a las relaciones humanas.
Salmo. 51,3-4.18-21.
3Misericordia, oh Dios, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa,
4lava del todo mi delito
y limpia mi pecado.
18Un sacrificio no te satisface;
si te ofrezco un holocausto, no lo aceptas.
19Para Dios sacrificio es un espíritu quebrantado,
un corazón quebrantado y triturado,
19Para Dios sacrificio es un espíritu quebrantado,
un corazón quebrantado y triturado,
tú, Dios, no lo desprecias.
20Dígnate favorecer a Sión
y reconstruye la muralla de Jerusalén;
21entonces aceptarás sacrificios legítimos,
ofrendas y holocaustos,
21entonces aceptarás sacrificios legítimos,
ofrendas y holocaustos,
entonces sobre tu altar
se inmolarán novillos.
Explicación.
51,3 Al apelar a la piedad y compasión de la otra parte, implícitamente se reconoce culpable.
51,18
El verbo aceptar puede tener valor técnico en el lenguaje cúltico: es
la aceptación de Dios la que convalida un sacrificio.
51,19
"Quebrantado, triturado": hay que retener la imagen hebrea, plástica,
vigorosa; nosotros decimos "estoy hecho polvo". Por la traducción griega
y después la latina, la imagen perdió su materialidad y se convirtió en
el concepto contrición, con su adlátere atrición.
51,20-21
Hacia finales del destierro o a poco de retornar, alguien añadió estos
versos, actualizando el salmo. El destierro fue tiempo de triturar el
corazón con la penitencia, de madurar en sensatez y de emprender el
camino de vuelta. El Señor perdona y reconcilia (Is 40,2). En las nuevas
condiciones, los sacrificios recobrarán su valor.
Después
de los dos actos de la ceremonia, echamos de menos la palabra de Dios
otorgando el perdón. La encontramos, transformada en anuncio profético,
en Ez 36,22-28, como demuestran los términos básicos repetidos.
Trasposición cristiana. El
salmo 51 es el Miserere, príncipe de los salmos penitenciales. Lástima
que se haya desgajado del 50 y que no se haya valorado bastante la
epíclesis o invocación al Espíritu. Podemos arrancar de 2 Cor 5,17-21
sobre el "ministerio de reconciliación". Al cual añado unas cuantas
observaciones.
Evangelio. Lucas 18,9-14.
9 Refiriéndose a algunos que estaban
plenamente convencidos de estar a bien con Dios y despreciaban a los
demás, añadió esta parábola:
10 -Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo, el otro recaudador.
11 El fariseo se plantó y se puso a orar para sus adentros: "Dios mío, te doy gracias de no ser como los demás: ladrón, injusto o adúltero; ni tampoco como ese recaudador.
12 Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que gano".
13 El recaudador, en cambio, se quedó a distancia y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; se daba golpes de pecho diciendo: "¡Dios mío, ten piedad de este pecador!"
14 Os digo que éste bajó a su casa a bien con Dios y aquél no. Porque a todo el que se encumbra, lo abajarán y al que se abaja, lo encumbrarán.
EXPLICACIÓN.
Dos maneras opuestas de orar (paralelo con 11,1-5). Sigue hablando a los discípulos (cf. 18,1), algunos de los cuales participan de la actitud farisea (cf. 16,15); el desprecio que éstos muestran por los demás es lo que provoca el escándalo (17,1-3a).
El fariseo no pide nada a Dios, como si no necesitase nada para sí. Está plenamente satisfecho de su condición presente (5,32: "los justos"; 7,30). Acción de gracias sólo aparente: monólogo de complacencia en sí mismo. Dios debería estarle agradecido por su fidelidad. Forma clase aparte (no como los demás); enumera los vicios de otros. Desprecio del recaudador. Sus prácticas religiosas, ayuno y diezmo, sin compromiso con el prójimo (11s).
Contraste con la figura del recaudador: su oración es una petición (cf. Sal 51), reconociendo su condición de pecador (13). El que cree que el amor de Dios se compra con el mérito de las obras, es rechazado por Dios; el que no siente necesidad de salvación, no puede recibirla. El que espera su rehabilitación del amor gratuito de Dios, la obtiene (14).
10 -Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo, el otro recaudador.
11 El fariseo se plantó y se puso a orar para sus adentros: "Dios mío, te doy gracias de no ser como los demás: ladrón, injusto o adúltero; ni tampoco como ese recaudador.
12 Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que gano".
13 El recaudador, en cambio, se quedó a distancia y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; se daba golpes de pecho diciendo: "¡Dios mío, ten piedad de este pecador!"
14 Os digo que éste bajó a su casa a bien con Dios y aquél no. Porque a todo el que se encumbra, lo abajarán y al que se abaja, lo encumbrarán.
EXPLICACIÓN.
Dos maneras opuestas de orar (paralelo con 11,1-5). Sigue hablando a los discípulos (cf. 18,1), algunos de los cuales participan de la actitud farisea (cf. 16,15); el desprecio que éstos muestran por los demás es lo que provoca el escándalo (17,1-3a).
El fariseo no pide nada a Dios, como si no necesitase nada para sí. Está plenamente satisfecho de su condición presente (5,32: "los justos"; 7,30). Acción de gracias sólo aparente: monólogo de complacencia en sí mismo. Dios debería estarle agradecido por su fidelidad. Forma clase aparte (no como los demás); enumera los vicios de otros. Desprecio del recaudador. Sus prácticas religiosas, ayuno y diezmo, sin compromiso con el prójimo (11s).
Contraste con la figura del recaudador: su oración es una petición (cf. Sal 51), reconociendo su condición de pecador (13). El que cree que el amor de Dios se compra con el mérito de las obras, es rechazado por Dios; el que no siente necesidad de salvación, no puede recibirla. El que espera su rehabilitación del amor gratuito de Dios, la obtiene (14).
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